Todo lo que un gobierno, que se precie, parece tener hoy para ofrecer a sus respectivas sociedades, es más cuarentena y una vacuna. Que si la rusa, que Vladimir Putin, anuncia como si se tratará de una misión espacial, que si la Donald Trump en una carrera frenética hacia el 4 de noviembre, que la quiere “Made in USA”.
Las hay también en Oxford, y en cuanto laboratorio local, con buenos vínculos con el poder de turno pueda demostrar. Y hasta advierten que van a probarla a como dé lugar y “si no se aprueba se tendrá que destruir…”. El autor de la frase es Hugo Sigman, CEO del laboratorio argentino mAbxience, siempre al lado del presidente, Alberto Fernández. Pero seguramente Fernández no será el único en apurarse con este tipo de anuncios para matizar el encierro.
Todos corren en busca de la vacuna porque la inversión real en los sistemas de salud, siguen brillando por su escandalosa ausencia y la crisis económica global encuentra a varios países de la región, principalmente a Argentina, en un estado de vulnerabilidad que asusta.
No ya la vacuna para el covid-19, es lo que se necesita, sino la invención de otro tipo de “barbijos” que nos empiecen a proteger de la caída de millones de personas en forma descendente de la escalera económica social. Un cambio climático que evite que las clases medias se derritan sin consuelo y millones y millones de pobres sigan siendo expulsados del sistema para darle vida a una nueva espiral de violencia, que ya va mostrando sus garras.
Y ahí sí que ni Oxford, ni el MIT (Massachusetts Institute of Technology) y mucho menos la Escuela de Chicago, van a invertir en experiencias, mientras los gobiernos parecen estar “muy calentitos” (como diría Gila) administrando y adoctrinando la pobreza. A algunos de ellos, hasta les sobra el tiempo para experimentar en la producción en serie de Bolsona…ritos como toda mira de futuro.
Por eso ante este páramo de ideas que nos tiene medios perdidos, ahí está el escritor napolitano, Domenico Starnone, autor de “Via Gemito” Y “Sottobanco”, entre otros, advirtiendo en una entrevista al periódico español La Vanguardia que “nos aterran tanto la enfermedad y la miseria que el mayor riesgo es caer en manos de imbéciles…”
Y para contrarrestarlos, tampoco tenemos una vacuna. (O)