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El Telégrafo
Sebastián Endara

La vacuidad en la sociedad actual

12 de febrero de 2020

Creo que existen suficientes razones para calificar a nuestro momento histórico como un momento de vacuidad. Una sociedad de la vacuidad sería una sociedad en la que todo es superficial y nada tiene en realidad un interés general.

La vacuidad hace que el sentido se restrinja a lo instrumental, que los objetivos se allanen a la supervivencia, que el ordenamiento sea determinado por el statu quo.

La sociedad se vacía de contenidos aunque impere una diversidad de contenedores. La diversidad, paradójicamente, en un mundo superficial termina fortaleciendo la vacuidad, al no significar nada, las diferencias refuerzan el imperio de lo mismo.

Así que la otredad, en caso de que pudiera ser pensada, solo sería posible en el terreno de la gravedad del sentido, que, por otro lado, no es de fácil acceso porque no es evidente.

Queda así restringido, deja de ser democrático y, sobre todo, no es comercial. Lo evidente está en la superficie, que en la sociedad mediática, se muestra como apariencia. Así lo aparente termina estableciendo lo incuestionable y dictaminando el nivel de la certeza.

No solo hay que ser, hay que parecer y aparecer. La vida se resuelve en la calidad de la puesta en escena para un público anónimo y desencantado que viene a reemplazar al “gran hermano” con mucha mayor eficacia en sus dispositivos de control.

La originalidad se halla en la trivialidad y la integración en el ejercicio de una adaptación deseada. El pensamiento crítico es imposible porque su condición es convertirse en barbarie.

La barbarie de la soledad, la barbarie de la filosofía, la barbarie de un mundo sin capital. (O)

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