Me pregunto si los operadores de justicia de nuestro país, los funcionarios administrativos de la Función Judicial, los miembros del Consejo de la Judicatura, los integrantes de la Corte Constitucional, los Profesores de cátedras de Derecho de las distintas Facultades y Escuelas de Derecho de nuestro país, los integrantes de Academias y Colegios de Abogados, los profesionales del Derecho que diariamente ejercen la profesión, los abogados periodistas que escriben sobre la problemática de la administración de justicia; y los juristas escritores, conferencistas, tratadistas, etc que de una u otra forma piensan, escriben y exponen diferentes temas jurídicos: algún momento se han preguntado qué piensa nuestro pueblo, la ciudadanía en general, los hombres y mujeres ecuatorianos, sobre cómo funciona la justicia en el Ecuador y qué opinión les merecen los Abogados? Me parece que nunca se han preocupado de saberlo. Y si algún momento lo han hecho, tampoco les ha importado.
Por cierto, no voy a repetir los duros epítetos con los que los usuarios judiciales se refieren a nosotros los Abogados y, en muchos casos, al desprecio que sienten por aquellos que son parte de la corrupción judicial y que, bajo un malhadado y torpe espíritu de cuerpo, se protegen férreamente y, se ensañan con sus durísimas sentencias y resoluciones, “para los de poncho” y se dulcifican y se chorrean ante los delincuentes de “cuello blanco” que saben “aceitar bien las bisagras” con “el vil metal”.
Cuando uno sostiene que no todo está perdido, que hay operadores judiciales sabios, imparciales y honestos, pocos, pero que si existen y que honran la justicia ecuatoriana, lo único que uno recibe es una sonrisa casi de burla y en algunos casos hasta ofensas.
Varios Abogados coincidimos en que este problema de degeneración profesional, descrédito, desconfianza, corrupción judicial y varios etcéteras más, lo debemos arreglar los Abogados, nadie más. Que si no existe experiencia, conocimientos, gran preparación y fundamentalmente ética, esto va a continuar. Qué es un deber social de todos los Abogados, independientemente de la función que desempeñen o de su ejercicio profesional, actuar con honestidad, probidad y dignidad, para recuperar un prestigio que hoy está por los suelos y que la verdad jurídica brille. Colegas, hay que asumir este gran reto. Los invito a hacerlo pronto, porque si no, con la informática que ya tenemos encima, las computadoras expedirán sentencias y los usuarios no buscarán Abogados que los patrocinen..