Los severos desajustes económicos que agobian a la sociedad norteamericana, producto de un fenómeno de carácter estructural, no solo en lo financiero, también en lo social y político, debe convocarnos a todos a una meditación fundamental. ¿Lo que sucede en el autodenominado primer mundo es el manifiesto resultado de la involución del sistema capitalista, o es simplemente una las tantas crisis por las que ha atravesado en el devenir de los tiempos y que, en esos trances y mutaciones, arrastran a la humanidad toda a tremendas angustias y peligros que en el pasado tuvieron como consecuencia dos guerras mundiales con millones de pérdidas humanas y enorme destrucción en gran parte del orbe?
Las “ayudas” terriblemente condicionadas -a pesar de ser aliados y socios- a Grecia, Portugal e Irlanda por parte de la Unión Europea, nos evocan las cartas de intención del FMI, o los préstamos Stand-By del pasado en las repúblicas latinoamericanas, y peor aún aquellos endeudamientos agresivos e irresponsables, que la oligarquía ecuatoriana, en contubernio con la partidocracia, solventó como coartada inmoral para evadir el laberinto de la deuda pública y privada y hasta los equilibrios del presupuesto nacional.
Hoy el escenario crítico de esta casi catástrofe de los caudales está en los Estados Unidos de América. Su presidente, el demócrata Barack Obama, estableció un programa, eufemísticamente llamado de austeridad, que recorta en forma poco piadosa programas sociales y permite, además, el acrecentamiento del techo de la deuda, que de esta manera eleva su nicho de endeudamiento a 900.000 millones de dólares.
El premio Nobel de Economía Paul Krugman replicó estos mandatos con una frase lapidaria: “catastrófica capitulación”. El primer ministro de Rusia, Vladimir Putin, calificó la economía de la gran nación del Norte como “parasitaria”. China, el gran acreedor de USA, demandó seguridades de que se honrara el valor de sus activos, reclamando el control internacional sobre el dólar estadounidense y la posibilidad de crear una moneda de reserva que asegure su estabilidad a nivel planetario.
Finalmente, la conocida y reconocida a nivel mundial empresa consultora Standard & Poor’s, el 5 de agosto de 2011, en una resolución sin precedentes, resolvió excluir a la gran potencia americana del exclusivo “club” de los privilegiados países favorecidos con préstamos sustentados en garantías fiables, por ello se inscribirá el nombre de los Estados Unidos de Norteamérica en los escalafones “AA+” cuando antes estaba en “AAA”.