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El Telégrafo
Daniel Soto

Unos se corrompen, otros se motivan

08 de julio de 2021

¿No les pasa que sienten el ferviente deseo de poner en práctica un negocio prometedor pero, a la hora de mirarlo en cierto contexto, se encuentran con la visión de un estado que pretende hacer trabajar al pueblo para engordarse él y sus funcionarios?

Si trabajamos bajo el liderazgo de líderes impresentables ¿Quién mantiene en alto la moral del pueblo?

Me pongo en los zapatos de un emprendedor y pienso en lo que ha tenido que sufrir, en su trabajo de sol a sol, en la incertidumbre de saber cómo será el mañana, en la angustia y la necesidad de ser creativo. Luego comparo su dedicación con la de su líder, que es aquel que se enriqueció de la noche a la mañana, a costa del trabajo de otro, ilegalmente, que se olvidó de que el pueblo existe. Pienso en el ejemplo que da a sus votantes y me pregunto ¿Qué es lo que motiva al pueblo? Definitivamente no son sus líderes políticos.

Me sorprende que luego de pasar por ese camino, la gente que tiene negocios en Ecuador no tire la toalla al ver cada semana un nuevo escándalo de corrupción, ya hasta parecería que prendemos las noticias porque son más entretenidas que las novelas brasileñas, ya casi ni nos indignamos, las vemos para saber el desenlace y ojalá no me hagan spoiler de lo que va a dictar el juez en el juicio sobre la remoción de algún funcionario. Ya no nos duele ver cómo se sacan el dinero de las arcas públicas, vivimos en una especie de letargo, no sentimos dolor, somos inmunes a la enfermedad, hemos aprendido a vivir con ello.

Lo digo de ésta forma porque a pesar de tanto atraco, el país sigue en pie, sobrevive y mantiene las ganas de seguir, no baja los brazos, deja a un lado el enojo pasajero que se renovará al siguiente viernes cuando empiece la nueva novela. Como no tiene solución, su única demostración de rebeldía en contra de la corrupción es escribir en Twitter ‘a trabajar, que los bolsillos de tal o cual político no se van a llenar solos’. No puede hacer más, así que no pierde el tiempo, prefiere concentrarse en su parte: el trabajo.

El emprendedor ecuatoriano es increíblemente incansable, cuesta creer que pone todo su empeño aún sabiendo que parte de él está para pagar salarios de funcionarios que no hacen nada más que cobrar el sueldo, de gente que negocia contratos y se reparte el pastel, que ahora le dicen cuota política, expresión que me parece el colmo del descaro. Cinismo puro, pero ahí le ves al trabajador, al pequeño empresario, al micro emprendedor, con una sonrisa haciendo lo que mejor sabe hacer: trabajar.

Se supone que los líderes motivan a su gente, según dicen los expertos, con líderes buenos las metas se cumplen más fácil porque el pueblo replica el espíritu y las formas de quien admira, así quien dirige sabrá explotar lo mejor de quienes lo admiran y logrará que su potencial llegue a estar muy por encima de lo que ellos mismos creían.

Sé bien que en las filas políticas hay excelentes líderes, pero me refiero a la visión generalizada de lo que se percibe en cada gobierno de turno que aporta con su cuota de desánimo, lastimosamente por cada escándalo de corrupción, la moral del pueblo olvida diez aciertos.

La sociedad ecuatoriana se motiva sola, alcanza sus ideales porque confía en su trabajo propio y en el de sus compañeros, cada semana recoge la moral que los políticos aplastan, la extiende, le plancha las arrugas y se vuelve a vestir de esperanza, se levanta el ánimo, -todo mejorará pronto-, se miente piadosamente, se pone el sombrero y sale a trabajar.

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