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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

Universidad Central del Ecuador, 402 años

04 de septiembre de 2022

La Universidad occidental surge temprano a partir del siglo XII en el medioevo, en medio de una cultura letrada, religiosa y restrictiva solo a hombres que son los que tenían acceso tanto al saber producido como a crear uno nuevo. Realmente eran corporaciones de maestros y estudiantes, generalmente clérigos, unos querían enseñar y otros aprender. Los colegios daban albergue a estudiantes que procedían de diferentes países de Europa.

Los rasgos de autonomía, autogobierno, potestad de conferir títulos y gratuidad de los estudios son intrínsecos al carácter mismo de la universidad y por ello están en sus orígenes. Dos universidades se destacan al inicio, la de Bolonia con un origen laico surgió desde abajo, por iniciativa de jóvenes estudiantes. La de París, en cambio, con unas características diferentes, institución eclesiástica fue fundada desde arriba por iniciativa de quienes querían instruir. También un cierto carácter democrático está presente, en ambos casos los rectores eran elegidos por la comunidad, de estudiantes en el caso de Bolonia, y de docentes en el caso de la de París. Estos eran los dos modelos básicos. Un siglo más tarde, en el XIII ya había un centenar de universidades en Europa (Chuaqui, 2002).

En el caso del Ecuador, la configuración de la institución universitaria tiene un origen colonial, primero se funda como era habitual en la época, mediante bula papal, la Universidad de San Fulgencio que luego será cerrada y posteriormente, por parte de los jesuitas, la Universidad San Gregorio Magno en 1620, es decir hace 402 años, fecha que celebramos precisamente en estos días. Esta Universidad será luego fusionada con otra que fue creada años después por los dominicos, llamada Santo Tomás de Aquino. En la etapa republicana y sobre la base de la Real Universidad Pública Santo Tomás se funda la Universidad Central de Quito en 1826, y será en 1836 que se le cambia el nombre por el que lleva actualmente, Universidad Central del Ecuador.

A pesar de esta historia heroica, no todo es espíritu de libertad, universalidad y pluralismo en la Universidad. El mundo académico, ya lo dijo Bourdieu en su estudio Homo Academicus, la universidad es un campo de disputa permanente, de competencia y de dominación. Los diferentes agentes: docentes, investigadores y estudiantes cuentan con capitales culturales y sociales de prestigio que son heredados, pero también hay capitales académicos e intelectuales, traducido en saberes, distinciones, premios, publicaciones, participación en coloquios, notoriedad en medios de comunicación, títulos, etc. que entran a disputar el poder y el reconocimiento.

De acuerdo a Bourdieu hay dos principios que ordenan de algún modo el campo académico, uno es el de jerarquía social relacionado con los capitales heredados, sumado al político y económico, éste se opone al principio de jerarquía cultural que cuenta más bien con la autoridad científica o notoriedad intelectual y que genera una mayor autonomía dentro del orden científico y académico. Bajo estos parámetros, una de las universidades más grandes del país por número de estudiantes y docentes, y la vez la más antigua, tiene retos inmensos por delante. Debemos esperar que sea el principio de jerarquía cultural el que termine afirmándose frente al otro que siempre pugna por imponer reglas para su reproducción.

La Universidad, en esta dinámica interna, no está ni debe estar al margen de su entorno. Un entorno que se caracteriza por lo que ha dado en llamarse una “sociedad del conocimiento” según Kruger, que aparentemente sería horizontal y sin conflictos. Sin embargo, realmente lo que tenemos es un “capitalismo académico” en el cual los mercados universitarios se establecen con sus demandas de formación o investigación, imponiendo una lógica mercantil. Por otra parte, se encuentra el Estado con su propia lógica de poder. In between, diríamos, una cierta autonomía de este complejo campo universitario con sus propias dinámicas internas, podría enfocarse en las necesidades sociales del entorno para negociar y aprovechar los resquicios de su autonomía, que como vimos, nos viene desde atrás en la historia.

 

 

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