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El Telégrafo

Universidad, bibliotecas y calidad

25 de abril de 2012

Las bibliotecas son el gran reservorio de la sabiduría hecha a lo largo de los milenios. Defienden nuestro ser, eminentemente cultural. Ratifican la condición humana. Su persistente manera de inventar formas de acumulación de conocimiento.

Hay que decir que no cuenta el soporte del libro: papiro, papel o pantalla, como dice Julio Neveleff, no importan: porque el libro es más que su soporte.

Es el rito del autor y del lector, que intercambian, a veces, a través de los milenios y las distancias, un mismo pacto de información y comprensión, siempre interactuada; pues no hay lector inerme, ya que cada palabra propuesta es un reclamo de debate y discusión, que el lector responde con aceptaciones y rechazos que terminan por configurar, por completo, esa eterna complicidad que mantienen los dos, el autor y el lector, y que garantizarán para siempre la permanencia de los libros, como insumos propios de la conciencia humana.

Esto, a propósito de la inauguración de la biblioteca multifuncional de Flacso. La biblioteca ofrece al usuario-lector varias alternativas de acercamiento a la lectura y a la investigación: más allá de los 48 mil volúmenes que tiene, cuenta con bases de datos de revistas científicas, y, si bien es cierto que su especialidad son las ciencias sociales latinoamericanas, cabe mencionar que suma el complemento inevitable del quehacer humano, que son las artes.

Es importante esta inauguración porque, en estos momentos, se debate la calidad de la educación.
Desde  2007, el Gobierno articuló la base de la reforma política y pública de la educación superior.

Esta se concretó en los textos constitucionales en 2008 y en la expedición del Mandato Constituyente 14 que dispuso analizar, de forma integral, la realidad jurídica, académica y el desempeño de las instituciones de educación superior. Después, los resultados del informe del entonces Conea mostraron la necesidad de intervenir 26 universidades (que fueron calificadas en la categoría E).

A pesar del plazo de 18 meses, permitido por la Ley Orgánica de Educación Superior, para mejorar su nivel académico, 14 de estas universidades debieron cerrarse.

La posición radical del Presidente de la República —en aras de conseguir una excelencia que el país demanda— es legítima y necesaria con respecto a la supresión de permisos de funcionamiento de estas universidades, bien calificadas como de garajes, pues operaban en condiciones tan precarias que, en el fondo, no eran más que lugares de estafa institucionalizada.

Toda biblioteca ha sido siempre, desde los tiempos de Alejandría, el paso Alfa, la puerta de entrada, de todo conocimiento. La salida de universidades deficientes también aporta a la calidad del sistema.

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