Un año más llega el 25 de noviembre, día internacional para la erradicación de la violencia contra la mujer. La lucha contra la violencia machista se debate con frecuencia entre el pesimismo y la esperanza y no es extraño que sea así porque su propia naturaleza hace que, cuanto más se avanza en las políticas destinadas a combatirla, más afloran las violencias ocultas. Es evidente lo mucho que se ha avanzado, pero también lo mucho que todavía queda por hacer. Proponer un balance y tomar impulso para los nuevos retos es precisamente el desafío.
En nuestra retina hay la imagen donde parece que todo el mundo está contra esta violencia y, con ella, la idea de que todos en el globo terráqueo dicen lo mismo, pero quiero señalar, que ni todos están contra todas esas violencias, ni luchamos contra ellas de la misma manera. Es responsabilidad de todo gobierno combatirlas, cuyo origen guarda relación con el desarrollo de la economía productiva que entrañó una transformación radical de las estructuras sociales.
Debe cambiar el discurso que se pretende hegemónico desde las instituciones, apareciendo como salvadores de las mujeres, que son tratadas como objetos de intervención, y no como sujetos autónomos e independientes, con plenos derechos de ciudadanía, en igualdad. El victimismo y la utilización del sufrimiento de las mujeres no conducen a poner soluciones reales a su situación.
Conmemorar el asesinato de las Hermanas Mirabal, cuya historia revela a mujeres valientes, convencidas de la libertad de su pueblo, que lucharon hasta el último día como opositoras al régimen de Rafael Leónidas Trujillo, en la República Dominicana de los años 80. Patria, Minerva y María Teresa, ofrendaron sus vidas contra la trata, el abuso sexual y la violencia de género por el hecho de ser mujer.
En pleno siglo XXI, en el mundo, el número de mujeres asesinadas a manos de sus parejas y las reivindicaciones contra la violencia de género requieren de un trabajo constante y diario de los poderes públicos, para acabar con esta lacra cruel que sufren las mujeres. Ecuador tiene saldo negativo. 206 femicidios hasta septiembre de este año.
No hay excusas para que la lucha se haga desde la unidad y el consenso político de todas las fuerzas al margen de toda la ideología, porque una sola víctima ya es demasiado. Hay que destacar el ofrecimiento del gobierno de Guillermo Lasso, para trabajar en propuestas de acciones en la búsqueda de fortalecer las políticas públicas en torno al combate de la violencia de género en el país y a su vez fortalecer el Sistema Nacional de prevención de violencia en cada una de las instituciones. Acciones tomadas tras el femicidio de una mujer en la Escuela Superior de la Policía Nacional hace un poco más de dos meses.
Hubiese sido dable escuchar a los voceros de los partidos y movimientos políticos a través de los 5.633 candidatos, que los ecuatorianos elegiremos en febrero 2023, sobre un propósito común para acabar con el sufrimiento silente de mujeres, aumentar la protección de las víctimas y sus hijos y el compromiso férreo de ofrecerles una oportunidad de salida para recuperar la libertad de sus vidas. Mutis por el foro.
Ante los hechos, ha sido y es determinante, la implicación de profesionales y asociaciones del ramo y de todas aquellas que tienen responsabilidad pública, cualquiera que sea su ámbito, pero sobre todo la participación de la sociedad civil, que condena la violencia de género y que se empeña desde su quehacer diario para poner fin a esta barbarie.
Conscientes de que queda mucho por hacer, hay que seguir en la construcción del mausoleo del ejercicio de este tipo de violencia sobre los cimientos de la educación en igualdad. Nuestros hijos y nietos serán el éxito de esa gran lucha donde las próximas generaciones educadas en la igualdad, tienen que vivir el 25 de noviembre como un hecho histórico, a la misma altura del acceso de las mujeres a la educación así como la conquista del sufragio.
Aún, a pesar de no estar en la puerta de salida de la violencia de género, hay que reconocer el fruto de la ruptura del silencio de todas las que sufren, su ejemplo de valentía es garantía y acicate para todas las demás. Mientras, trabajamos sin descanso para su erradicación, no cejaremos en el empeño de una sociedad concienciada y sensibilizada contra la violencia de género; es un horror. Millones de personas, tenemos claro de qué lado estamos y el compromiso no deja duda.