El llamamiento del presidente Rafael Correa a la firma de un pacto ético no es solamente por un hecho coyuntural referido a la filtración de los ‘Papeles de Panamá, donde se reveló que más de $ 30.000 millones de la riqueza producida socialmente por los ecuatorianos reposan en paraísos fiscales, los mismos que son utilizados para el lavado de dinero y la evasión de impuestos.
El detonante revela que decenas de personas han decidido, según ellas, “salvaguardar y poner a buen recaudo” su riqueza, lo cual no es un acto ilegal, pero entraña una moral aceptada que parte del principio de que la riqueza es de ellos, no asumen que ha sido generada por los trabajadores y el pueblo, por ende, no consideran que deba ponerse al servicio de ese pueblo.
Para los revolucionarios, la ética y la moral no son las mismas que nos impone la voracidad de la sociedad capitalista, sus valores y principios están basados en asumir como normal y correcto que un obrero no reciba de paga todo lo que produce. Para esa sociedad el hecho de que existan tantas diferencias entre ricos y pobre es normal.
Según ellos, el pobre es así porque no trabaja o simplemente tuvo mala suerte. Los ricos no se ven como generadores de esas desigualdades y por eso, para ellos, ganar 10 o 100 veces más que sus obreros, trabajando 10 o 100 veces menos, no es un problema de moral.
La moral del sistema capitalista nos ha hecho creer que la explotación, los bajos salarios, la existencia de desigualdades, el palanqueo, los clubes privados, el despilfarro de recursos, el insulto de la opulencia versus el hambre y todo lo demás es normal y correcto.
Así mismo, quieren hacernos creer que sacar el dinero de un país dolarizado y poner en riesgo su liquidez para que ellos evadan impuestos es correcto por no ser ilegal.
Los revolucionarios debemos entender que firmar un pacto ético significa la construcción de una nueva moral, una acorde a los principios de la revolución, en este caso la Revolución Ciudadana, es decir, la moral pensada en que es bueno todo aquello que beneficie al pueblo. La ética de la revolución debe caracterizar las nuevas normas de lo bueno y lo malo, pensando que las cosas no son correctas o incorrectas porque beneficien a unos pocos.
Las cosas serán correctas cuando beneficien a la gran mayoría de los explotados, por ello es que tener dinero en los paraísos fiscales no es ético, no se corresponde al bien común. Así mismo, debemos decir que la nueva moral y ética revolucionaria, el pacto ético al cual como Partido Comunista nos sumamos, debe contemplar principios como la redistribución de la riqueza, la no explotación de los obreros, el ejercicio de la autocrítica, la dirección colectiva, el diálogo político con quienes compartan esa ética.
Desde la gestión de lo público, este pacto ético debe garantizar que cada funcionario sea coherente con su trabajo y con el proyecto político.
No es ético para nosotros, los revolucionarios, el ‘camisetazo’ que tanto tolera la oposición. No sería ético para los revolucionarios aceptar cargos de ejercicio público en gobiernos contrarios a nuestros principios, no es ético para los revolucionarios faltar a la verdad, ocultar información, trabajar por los intereses individuales por sobre los colectivos. (O)