Historias de la vida y del ajedrez
Una mentira las hizo famosas
01 de septiembre de 2016Hubo dos hermanas que se hicieron famosas por una mentira. Eran dos viudas que ya pasaban de los 70 y más años, y vivían en la Mariscal. Recibían sus rentas, sin darse lujos notables, pero sin ninguna urgencia. Algunos afirmaban que tanto dinero acumulado durante años, se había convertido en un cofre lleno de joyas, camuflado bajo el colchón de alguna cama vetusta. Y el rumor llegó hasta los oídos de las mujeres que simplemente se rieron de la ocurrencia.
Pero sucedió que una mañana, un hombre joven, con maletín de vendedor, muy bien vestido, con sonrisa de aviso publicitario, tocó a la puerta. Con su estilo atildado y voz golosa, antes de ninguna respuesta por parte de una de las mujeres, abrió el maletín y mostró una colección de corbatas: “Para el caballero de la casa, son traídas desde París, y se pueden pagar a plazos…” El hombre fue interrumpido en su discurso por la señora que le aclaró que le agradecía, pero que en esa casa no había hombres, que solo vivían dos hermanas solas. El vendedor se despidió con una sonrisa.
La otra hermana, que estaba saliendo de la ducha, preguntó de qué se trataba. La mujer que había atendido al vendedor le resumió el diálogo. Al escucharlo todo, entró en pánico y le dijo. “¿No te das cuenta? Es un asaltante… y le has dicho que en esta casa somos dos mujeres solas. Esta noche vendrá con sus compinches y nos matarán buscando en el colchón el famoso cofre de joyas que no existe… Yo no puedo salir en bata de baño…anda, corre, alcánzalo y dile cualquier mentira.”
La hermana, asustada, abrió la puerta, corrió como pudo unos ochenta metros, y alcanzó al vendedor que estaba a punto de ofrecer su producto en otra casa. Lo tomó por el brazo, con un gesto cariñoso y le dijo al oído: “Señor… en la casa que usted acaba de visitar, es verdad que en el día somos dos mujeres solas…pero le cuento que en las noches, por si acaso usted está buscando algo especial, nuestra casa se llena de hombres…”
El inocente vendedor imaginó lo más picante y quedó aturdido. Los encantos físicos de aquella mujer no eran los más memorables. Y que fuera capaz de llenar su casa de hombres cada noche, era toda una proeza que no admitía explicación.
El vendedor de corbatas se alejó sin pronunciar palabra, pensando que antes las mujeres que ejercían ese oficio eran muchísimo más jóvenes. Entonces entró a un bar, y a las diez de la mañana pidió un ron para calmar los nervios.
En ajedrez, también, las situaciones enredadas pueden tener finales sorprendentes.
1: CXf6; Rh8
2: Th6+; pxh6
3: Th7 mate