Desde 1945, no ha habido un solo conflicto militar directo entre grandes potencias. En este mismo período, las guerras interestatales, así como las guerras civiles, han tendido a disminuir en frecuencia e intensidad. Autores como el psicólogo Steven Pinker se han atrevido a bautizar a este momento de la historia como la “larga paz”.
Lamentablemente, un punto de quietud en esta tendencia positiva lo representa la segunda década del siglo XXI. Dejando de lado el repunte en la cantidad de guerras civiles, debido especialmente al estallido de aquellas como producto de la Primavera Árabe, es indudable que las tensiones militarizadas entre las grandes potencias se han reavivado en los últimos tres lustros. Varias de estas disputas involucran, directa o indirectamente, a potencias nucleares y no puede descartarse que estas tensiones puedan escalar a conflagraciones abiertas en años venideros.
En Europa, la disconformidad de Rusia con la expansión de la OTAN hacia el este desembocó en 2014 en su anexión ilegal de la península de Crimea y ocho años después, en la invasión a gran escala del resto de Ucrania. En respuesta, la OTAN ha sumado nuevos miembros y los países europeos han aumentado dramáticamente sus presupuestos militares. Estados Unidos ha fungido como el aliado indispensable de una Ucrania que aún resiste los embates del oso ruso. El gran peligro es que el conflicto ruso-ucraniano se expanda para involucrar directamente a la OTAN.
En Asia, el resurgimiento de China como la principal potencia económica y militar de la región ha puesto en tela de duda la tradicional preeminencia estadounidense en esa zona del mundo. India, Japón, Australia y Estados Unidos han ensayado diversas coaliciones económicas, diplomáticas y militares para contrarrestar la reemergencia del gigante asiático. Desde 2010, las disputas por el control del Mar Meridional de China y la cuestión taiwanesa han reaparecido como puntos calientes en Asia, a lo que se suman las tensiones entre las Coreas y la pugna sino-india en el Himalaya. Digno de mencionar es el resurgimiento militar de Japón como resultado de estas dinámicas.
En Medio Oriente, el vacío de poder dejado por la invasión estadounidense de Irak en 2003 dio paso al surgimiento del grupo Estado Islámico ya la pugna entre Arabia Saudita e Irán por la hegemonía regional. Más recientemente, la campaña militar de Israel en la franja de Gaza como respuesta a los ataques terroristas de Hamás ha costado más de treinta mil vidas desde octubre del año pasado. Y en un suceso sin precedentes, Irán ha atacado directamente a Israel con centenares de misiles balísticos, misiles de crucero y drones. A medida que se desvanece la unipolaridad estadounidense pos-1991, el mundo parece ingresar en una nueva era de conflictos globales.
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