Entre tanta novedad y novelería acerca de la reciente visita del Papa, llamó la atención que una pequeña niña indígena en la Iglesia de San Francisco haya logrado vencer la seguridad y entregarle al Papa una carta. Él la recibió afablemente. Sin embargo, también llama la atención que los remitentes de la carta no hubieran podido acercarse directamente y mantener un encuentro con el Papa. Más aún si consideramos que este encuentro fue con la sociedad civil ecuatoriana. Y evidentemente en nuestro país, uno de los actores fundamentales de la sociedad civil son los pueblos y nacionalidades indígenas, quienes tienen una organización con suficiente legitimidad y trayectoria.
Y es que hay que considerar que la relación entre Iglesia y pueblos indígenas es histórica y tiene sus bemoles. Como sabemos, con cruz en mano los conquistadores se sintieron con el poder suficiente para arrasar las culturas originarias e imponer la suya. Esto mismo fue reconocido en Bolivia por el Papa y pidió perdón a los pueblos y nacionalidades indígenas de América por traer la barbarie y no la civilización. Y entonces, ¿por qué no se pudo reunir la Conaie con el Papa? No lo sabemos, al parecer fue la Conferencia Episcopal la organizadora del evento. En cualquier caso, sí fueron invitadas delegaciones de indígenas, entendemos que a título individual, y entre ellos estaba una niña que pudo sobrepasar los filtros de seguridad, acercarse al Papa y entregar la carta.
En la misiva se mencionan las luces y sombras del rol de la Iglesia en América Latina y a la vez el papel de los pueblos en una resistencia permanente, bajo el histórico y significativo lema ‘Nada solo para los indios’. A partir de allí plantean la construcción del proyecto de Estado plurinacional, el Sumak Kawsay y la derrota que esto significó para el neoliberalismo. Explican la situación del momento político que vivimos: “Si bien consideramos importante la inversión pública en infraestructura y servicios públicos, esta ha sido usada para justificar la violación a los derechos conseguidos, no solo de los pueblos indígenas, sino también de otros sectores sociales, como los trabajadores, las mujeres, los estudiantes, los jubilados, los campesinos, los GLBTI”.
Finalmente, en la carta se detalla una serie de agravios y vulneraciones que sienten los pueblos indígenas y nacionalidades, encabezando la vulneración de derechos educativos; la del derecho a la consulta previa; de la autonomía y libre determinación; la del carácter laico del Estado; a las libertades y derecho a la resistencia; y de varios derechos económicos y productivos.
Al despedirse, los suscriptores señalan que las luchas de las 14 nacionalidades y 18 pueblos indígenas, “siempre enmarcadas en la democracia, buscan construir un mundo más justo y equitativo, por lo que aprovechamos la ocasión de su visita a nuestro país para compartir con usted todo esto e invitarle a juntar esfuerzos, porque otro mundo es posible”. Creo que el Papa leyó la carta, de ahí su discurso en Bolivia. (O)