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El Telégrafo
Carlos Heller*

Un único camino

19 de noviembre de 2018

El Gobierno argentino insiste: “Hay un único camino y es el que nosotros proponemos”. No hay opción: o su plan de ajuste o el abismo. Califica a la oposición como “insensata” o “inviable”. Propone un oxímoron: una democracia de discurso único. Pero ese proyecto excluyente que defiende está cuestionado en muchas partes. Más aún: hay otros caminos y se están poniendo en práctica.

En un documento llamado “Consideraciones para un discernimiento ético sobre aspectos del sistema económico y financiero”, elaborado por el Estado Vaticano, se señala: “en la actualidad la industria financiera, debido a su omnipresencia y a su inevitable capacidad de condicionar y –en cierto sentido– de dominar la economía real, es un lugar donde los egoísmos y los abusos tienen un potencial sin igual para causar daño a la comunidad”. Agrega también que “allí donde se ha practicado una desregulación masiva se ha puesto en evidencia que los espacios de vacío normativo e institucional constituyen espacios favorables, no solo para el riesgo moral y la malversación, sino también para la aparición de exuberancias irracionales de los mercados -a las que siguen burbujas especulativas y luego repentinos colapsos ruinosos- y de crisis sistémicas”. El informe “Transformar al Mundo, Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” tratado en el encuentro de la Alianza Cooperativa Internacional del continente de las Américas, que se reunió recientemente en la ciudad de Buenos Aires, afirma: “Observamos con preocupación que la globalización económica hegemonizada por el capital financiero, sin compromiso con el desarrollo y las particularidades históricas, culturales, ambientales y sociales de los distintos territorios, ha provocado el desamparo de cada una de nuestras comunidades en un escenario de creciente incertidumbre económica”. Y añade: “Somos actores de la economía real y del desarrollo sostenible, estamos presentes en cada territorio, por voluntad democrática y autónoma de sus asociados, con escala suficiente –1.200 millones de personas reciben en el mundo servicios de alguna cooperativa– como para constituirnos en un actor global (…). Es necesario que la iniciativa autónoma de la sociedad civil sea protagonista en la urgente construcción de las nuevas formas de producir y de consumir que la sostenibilidad nos reclama con urgencia. (O)

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