A veces somos duros al juzgar la labor de las y los ministros de Turismo. Partamos del hecho que políticamente es considerada una cartera “débil”, sin mucho presupuesto y casi ningún peso político; en el gabinete se ubica entre las palomas y no entre los halcones; a veces es una forma de pagar favores a amigos sin mayores destrezas o conocimientos, o de ubicar a camaradas que evaden la feroz lucha gubernamental, pues entran a regir un sector que jamás hace problemas, ni paros, ni siquiera se queja. Con que el ministro asista a las efemérides cantonales y provinciales, quedamos más que agradecidos.
Poco es lo que se pide al ministro de turno, que no va más allá de algo de promoción, que el cantón sea incluido en la “nuevas” rutas turísticas; un poco de señalética y, si se está con suerte, unos cursitos de capacitación en atención al cliente o marketing, lo que permitirá a sesudos expertos dar conferencias magistrales con léxico incomprensible y consejos inaplicables.
Hasta ahí se ha entendido es la gestión del ministro y jamás hemos tenido un mal ministro, al contrario, salen llenos de agradecidos ciudadanos que pensamos ¿y ahora a cuál pondrán?, a quien le haremos los honores de siempre, con la esperanza de que el que más ayuda es el que menos estorba.
Estamos lejos de pensar que el turismo, desde la óptica gubernamental, es un eje transversal que empieza en el campesino, en su capacitación en el procesamiento familiar y artesanal de su producción agrícola y ganadera, para incorporarla a la gastronomía local, darle identidad al destino, convertirla en souvenir gastronómico con marca, logo y web que reemplace al tríptico de papel.
Nos falta involucrar a las pymes como proveedoras de insumos personalizados y biodegradables, a las imprentas que difundan motivos nacionales en la papelería comercial.
Llegará el día que la Marca País y el eslogan sean usados con el respeto y devoción de símbolos patrios y todo instrumento de promoción los lleven con uniformidad y orgullo, así como los productos industriales nacionales y las gigantes empresas publicitarias los usen sin contaminar visualmente.
Ya concebiremos que la Marca País no es cuestión de promoción sino de soberanía, y que los turoperadores
internacionales deberán usarla bajo nuestras reglas.
Turismo en el futuro implicará renovación de leyes en el sector agrícola, industrial, comunicacional, municipal, comercio exterior, hidrocarburos, en el Código Penal, involucrar nuevos actores, educar, regular, consensuar… revolucionar.