Hubo un tiempo en el que se desarrolló un gran espacio que tuvo como su rasgo esencial la especialización productiva distribuida a lo largo del área andina e integrada por medio de un intenso comercio marítimo, debido al aislamiento relativo con el mundo atlántico. Ese tiempo existió en el siglo XVII y no hubo, por supuesto, justicia social, pero fue un ciclo económicamente virtuoso.
Ocurrió que la demanda de plata de Potosí, actual Bolivia, impulsó la formación de una gran ciudad que llegó a albergar 150.000 habitantes, superando en ese tiempo incluso a ciudades europeas. La concentración poblacional generó demanda de una diversidad de productos. Dice la historia que a principios del siglo XVII Potosí consumía 50.000 fanegas de maíz, requería carne, cueros, sebo para la actividad minera y demás productos. De esta forma, el área nuclear de la economía del Virreinato del Perú estuvo en los Andes centrales y su tractor era la minería. Al mismo tiempo se desarrollaron otras ciudades como Lima, Cuzco y Quito.
El desarrollo de la economía interna de las colonias del Pacífico absorbió una mayor cantidad de plata para convertirla en barras y monedas, que fueron el medio básico para el intercambio, lo cual promovió la aparición de bancos sobre todo en Lima. El desarrollo de esta economía interna de las colonias, absorbió, desde luego, una mayor cantidad de metálico y dejó menos excedente para España.
La existencia de capital metálico y desarrollo de ciudades generó la demanda, que era difícil de atender desde Europa, porque había que saltar la barrera de istmo del actual Panamá, para llegar al Pacífico. El mundo económico del Pacífico estaba condicionado entonces por su aislamiento en relación con la metrópolis. Esto creó las condiciones para el impulso de la producción en las colonias andinas y la especialización de determinados espacios. De esa forma se creó un circuito relativamente autónomo, que en cambio tenía activo comercio con China, por medio de México. A México arribaban sedas y especerías orientales provenientes de Manila, y los chinos llevaban la plata de México y Perú.
El gran circuito productivo mercantil incluía el eje Quito – Guayaquil. En el siglo XVII el área de Quito se convirtió en productora de telas manufacturadas, que eran comercializadas sobre todo en el gran espacio económico andino y del Pacífico sur. La esfera de circulación de bienes y dinero pasaba por Guayaquil, que por otra parte se convirtió en el centro de producción de barcos mercantes, debido a que sus ecologías cercanas eran propicias para la extracción de madera.
Esta historia económica nos deja varias lecciones útiles en el presente: alguna vez las sociedades sudamericanas fueron capaces de crear sistemas económicos integrados que se asentaron en la producción de moneda, la especialización productiva por espacios, y la producción de bienes con valor agregado. No siempre fuimos dependientes de Europa, y más bien desarrollamos comercio limitado con Asia. En aquellos tiempos, antes de la crisis provocada por el desarrollo industrial de Europa, los testimonios decían que: “los mercaderes y hombres de negocios de Guayaquil no suelen ir a emplear a España; su comercio es principalmente por mar con la ciudad de Los Reyes, Panamá, Nueva España”. (O)