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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Un nuevo discurso político

14 de julio de 2016

Ya sabemos que los antiguos griegos y romanos crearon, reglamentaron y desarrollaron el arte de la retórica con propósitos estéticos y persuasivos. Durante los siglos XIX la retórica se quedó encerrada en los espacios de la naciente élite intelectual, y luego en el siglo XX  salió a los balcones latinoamericanos para acompañar el proceso de surgimiento de las ‘masas’ en la política. La retórica de plataforma y balcón quedó después arrinconada como consecuencia del desarrollo de los medios electrónicos, que mediaban, interpretaban y ‘editaban’ la relación entre el orador y la gente, arrogándose además la potestad de construir la ‘verdad’. A su vez, la izquierda ortodoxa plagó su discurso con el diccionario científico marxista marcando distancia con el lenguaje de la gente.  Sin lugar a dudas, una de las características de los nuevos tiempos políticos ha sido la creación de una forma de discurso. Desde finales del siglo XX y principios del XXI surgieron líderes latinoamericanos portando proyectos políticos de transformación social y revolucionando la oratoria política. Ellos cimbraron la estructura, contenido, forma de los viejos discursos, torcieron la retórica palaciega y dieron lugar a un nuevo estilo conectado directamente con el espíritu popular. Este renovado discurso recurre a la semántica popular, a los modismos comunes, a la inflexión propia de la gente e incorpora la anécdota y la narrativa de las cosas que ocurren cotidianamente. A través del nuevo enfoque de cámara, articula las miradas del emisor y el perceptor creando una sinergia y forma de interiorización. Rompe la trampa técnica creada por los medios privados de comunicación que, usando la edición y el tiempo efímero, impiden la ‘argumentación’. En ese contexto, los nuevos líderes de la izquierda latinoamericana son sin duda referentes de la revolución discursiva, porque han inaugurado una nueva época en la semántica política.

La palabra siempre ha sido un instrumento utilizado por los latinoamericanos para nombrarse, describirse y afirmarse. La usan para simplemente ‘decir’ para construir regímenes de verdad social, para imaginarse, para cantarse y para afirmar el espíritu único e irrepetible de la América Latina. En consonancia, la oratoria de los líderes de izquierda va acompañada también de símbolos y signos con los cuales se identifica el pueblo latinoamericano, porque representan nuestros procesos históricos, nuestras luchas, el proyecto nacional pertinente e incluso nuestras utopías. Siempre están presentes Bolívar, Manuela, Alfaro, las Constituciones, pero también los paisajes y la gente. Todos ellos construyen una sintaxis que resume el espíritu propio de Latinoamérica, que ha querido verse a sí misma como un Otro propio y diferente, en relación a los intentos de homogeneización cultural de los imperios.

Pero la nueva retórica ha sido transformada no solo en su forma, sino esencialmente en su fondo, y por ello se ha convertido además en un campo de lucha y al mismo tiempo de creación y sistematización del nuevo pensamiento. La renovada oratoria es una acción comunicativa y también una acción de inclusión social. En sus discursos, los presidentes de izquierda de nuestra Latinoamérica, designan, y con ello hace que existan los que antes fueron invisibilizados por parte de los voceros de las derechas, siempre temerosos de la insurgencia de las masas. En la oratoria de izquierda se signa a los afros, a las mujeres, a los colectivos de distintos géneros, a los niños, niñas y jóvenes, a los pueblos, nacionalidades, a los pobres, a los excluidos, a los indios, a los rockeros, a los artistas, en fin, a la igualdad, a los derechos, a los conflictos, a la realidad en toda su complejidad y con ello dan lugar a un nuevo diccionario. El discurso político de los líderes latinoamericanos de izquierda cumple un rol contrahegemónico al ser social e inclusivo en su fondo, y al usar el habla popular, en su forma, pero también al desafiar al orden capitalista y unipolar de tipo imperialista. Todos han de recordar el día aquel, en el que un Presidente dijo en el estrado de la ONU, que el pódium olía a azufre, porque ahí había estado el diablo del imperialismo. (O)

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