Igualdad, inclusión, seguridad… son algunas de las consignas emotivas que repiten autoridades y personajes públicos cada Día de la Mujer. Sin embargo, quiero aprovechar esta fecha para reflexionar sobre por qué, a pesar de todas las buenas intenciones, persiste la desigualdad de género y cuál debería ser el camino para eliminar, con el tiempo, actitudes y comportamientos violentos -tan- arraigados en la sociedad.
Primero, debemos tomar en cuenta que los problemas no se resuelven por decreto ni con acciones afirmativas escritas en un papel; obviamente, es importante la creación de un marco jurídico encaminado hacia una convivencia en justicia y paz; sin embargo, dichos aspiracionales se mantendrán inalcanzables en la medida que no se adopten políticas y acciones concretas en contra de los roles, estereotipos y prácticas de discriminación.
En palabras simples, la situación actual se resume en la disyuntiva histórica entre país “formal” y el país “real”; el primero hace referencia a todo ese ordenamiento legal donde todos reciben el mismo trato y no existen privilegios; iguales ante la ley, pues. No obstante, este criterio contrasta con una realidad patriarcal marcada por las brechas, la segregación y la falta de independencia económica. Algo así como el hombre que dice “no ser machista”, pero espera que su esposa realice la mayor parte de las tareas en casa porque “no le enseñaron a limpiar”.
Para este 2023, ONU Mujeres celebra este 8M haciendo énfasis en las oportunidades de promover un mundo digital más paritario e inclusivo. El diagnóstico es claro: si bien cada quien es “libre” de elegir su camino profesional, las mujeres no cuentan con mayor participación y representación en carreras STEM. Contexto que se explica fácilmente ya que las ingenierías y la gestión en tecnología se han considerado un ámbito exclusivo para los hombres. Desde la infancia las niñas escuchan frases como “eso no es para mujercitas”; idea que se refuerza con regalos que se les hacen.
Considerando todos estos factores, queda en evidencia que más allá de exhortos y discursos, la tarea pendiente consiste en modificar las percepciones, actitudes y comportamientos de las personas. Las conferencias y encuentros (donde curiosamente la mayoría de los panelistas son hombres o se necesita de su autorización para realizarlos), sí, analizan varios factores y proclaman el camino a seguir. Pero perdura el problema de fondo: mujeres escuchando sobre un rol que deberían cumplir. Así, resulta complicado.