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El Telégrafo
Fabrizio Reyes De Luca

Un modelo de desarrollo

30 de julio de 2015

Hay una vieja discusión sobre qué cosas han permitido que muchos países hayan logrado la riqueza y el bienestar para sus ciudadanos y otros no, aunque unos y otros resulten ser vecinos, por ejemplo, en cuanto a geografía, cultura, idioma, raza, religión y recursos naturales, solo hay  una Corea. Sin embargo, Corea del Norte es pobre y Corea del Sur es rica.

Los autores del libro ¿Por qué fracasan los países?, Daron Acemoglu, profesor de Economía del reputado Instituto Tecnológico de Massachusetts y James A. Robinson, profesor de Economía y politólogo egresado de Harvard, plantean una teoría sencilla para explicar en líneas generales el desarrollo político y económico del mundo. Los autores proporcionan una explicación útil y fundada en datos empíricos, para aplicarlos a una gama de procesos que han devenido en exitosos.

Los académicos mencionados muestran la eficacia de decisiones tomadas en el momento adecuado, y los hechos del azar que fueron catalizadores determinantes para el avance de una nación.

Dos tipos de instituciones, opuestas entre sí, permitirían en un caso el desarrollo y aumento del bienestar y el otro sería un obstáculo para que esto ocurra. Esas instituciones, políticas y económicas, ellos las llaman ‘inclusivas’ y ‘extractivas’.

Las instituciones inclusivas, a las que se hace referencia en el modelo, limitan el ejercicio del poder a través de una distribución pluralista del poder político en la sociedad,  consagrada y protegida por el Estado de derecho.  

En el sentido opuesto podemos ver claramente cómo se incuba el modelo extractivo que, una vez instaurado, castra las potencialidades de la innovación constante.

Los intereses de un pequeño, pero poderoso grupo, son siempre un obstáculo para un modelo inclusivo que incentiva y protege la creatividad, la innovación y la competencia.

El modelo extractivo, a su vez, limita el desarrollo y la modernización de la sociedad. Podríamos tomar un ejemplo tangible de ambos modelos y cómo históricamente podemos ver los resultados.

Ecuador aumentó su Producto Bruto Interno, de 17.047 millones de dólares anuales, en 1980; a 100.755 mil millones de dólares en 2014. Es decir, que multiplicamos casi por 6 veces el PIB, en 35 años.

En ese mismo período, Singapur, un pequeño país asiático, que tenía 12.079 millones de Producto Interno Bruto, multiplicó por 25 veces su PIB, siendo ahora de más de 308 mil millones de dólares.

La diferencia entre estos dos países está en que, en el caso de Singapur, un grupo de ciudadanos de ese país, dirigido por Lee Kwan Yu, elaboró un plan inclusivo, lo presentó y lo ejecutó para convertir a ese país en uno de los más prósperos del mundo. No fue el clima, el idioma o la raza. Ni tampoco la geografía o la religión, ni los recursos naturales y mucho menos un ‘milagro’ lo que transformó dicho país.

En Singapur, como en otras naciones desarrolladas, fue una decisión política aplicar un modelo inclusivo, y la causa de ese desarrollo notable y sostenible. (O)

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