El presidente Lenin Moreno ha afirmado que así como los ecuatorianos dicen que les gustaría tener un mejor presidente, a él le gustaría tener un mejor pueblo. De aquí surge la pregunta ¿Qué clase de pueblo es el pueblo ecuatoriano? encontrar un carácter de un pueblo es muy complejo no solo por la heterogeneidad de las sociedades contemporáneas, sino porque la nuestra está atravesada por fracturas de clase, étnicas, regionales, de género.
Si revisamos los aportes de distintas vertientes que han reflexionado sobre la cuestión de la identidad nacional podemos remontarnos al pensamiento de Belisario Quevedo, quien a inicios de siglo XX mencionaba que parecen juntarse en el pueblo ecuatoriano los peores rasgos heredados del español y del indio. El autor las facetas que afectan este carácter, en la educación que es superficial pero con aspiraciones enciclopédicas; en la política siempre a la búsqueda de un caudillo que nos lidere, dando al líder la suma de todos los poderes; en el trabajo y la producción que refleja inconsistencia, debilidad, pobreza.
Contemporáneamente, Juan Valdano habla de un complejo de bastardía del ser mestizo ecuatoriano, que lo llevó a una ética de la simulación. En una tesitura algo similar, Erika Sylva argumenta que los ecuatorianos llevamos a cuestas el mito de la raza vencida, surgido desde la colonia hasta las derrotas militares y el cercenamiento del territorio. Uno de los rasgos reiterativos, para Manuel Espinosa, es la alienación que se provoca por la negación de la identidad indígena, buscando consolidar el proyecto de mestizaje.
A Oswaldo Hurtado le ha preocupado nuestro carácter ingobernable que se fue configurando desde la Colonia y República, con costumbres como poca valoración al trabajo, desconfianza, impuntualidad, falta a la palabra, elusión de la ley, sin sentido del orden y la autoridad, preeminencia del interés privado sobre el público.
Así, observamos que son el pesimismo y la autoincriminación los derroteros que han seguido el pensamiento de varios intelectuales. Cuando se analizan los estudios de la cultura política ecuatoriana se encuentra también un desdén hacia los rasgos de esa cultura.
Sin negar las profundas huellas del brutal hecho colonial, de la violación y la usurpación que llevamos a cuestas, así como una dominación sistemática en época republicana, creo que debemos revisar algunos de estos elementos, y sobre todo empezar a valorar el carácter estratégico y político de un pueblo que logró sobrevivir y mantener su cultura durante semejantes condiciones. Es necesario advertir sobre el proceso de reconfiguración identitaria que se provoca ahora mismo, y, además, distinguir entre el carácter de las élites y de los sectores populares.
Durante la pandemia, por ejemplo, hemos tenido alimentos porque ese “sustrato popular” de nuestra sociedad -sin ser esencialistas- está en aquellos que son gente trabajadora, siempre buscando alternativas de sobrevivencia, privilegiando el sustento familiar, aún bajo serios riesgos. Un pueblo inteligente, estratégico y trabajador cuyo sustrato ha logrado sobrevivir no solo a quinientos años de colonialismo y neocolonialismo, sino a doscientos años de República, con élites generalmente rentistas y mezquinas. Otra cosa será analizar el carácter de la élites políticas que nos gobiernan, lo cual supondría no solo otro artículo de opinión sino un estudio sistemático.