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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

Un justiciero en el barrio

04 de marzo de 2018

Mañana de domingo, en un barrio clase media. La paz se rompió con un disparo hecho desde una ventana en un segundo piso. El balazo alertó a un ladrón que en ese momento sacaba una bolsa de un auto que acababa de abrir.

Casi enseguida, el dueño del auto salió por la puerta principal de su departamento, con una pistola en la mano. Pero ya el ladrón había escapado y dejó un reguero de víveres que eran el contenido de la bolsa, y dio vuelta a la esquina, hacia la izquierda.

Muy cerca y desde su auto que apenas empezaba a moverse, un vecino había sido testigo de todo. El hombre armado llegó hasta él y le pidió que lo ayudara a cazar al ladrón. El vecino no creyó prudente negarse a la petición de aquel energúmeno, ansioso por disparar, pálido de la ira, dispuesto a matar por una bolsa de mercado.

“Claro que sí…suba…”, le dijo. El pistolero trepó y preguntó por dónde había escapado el ladrón. El testigo había visto que el ladrón había girado hacia la izquierda. Entonces, con total lucidez, le respondió: “Volteó a la derecha…” El hombre del arma sacó la cabeza y la pistola por la ventanilla para atinar el disparo. El auto viró a la derecha, pero la calle estaba casi solitaria, apenas con alguna señora acompañada de su perro… El adolescente ladrón, por ninguna parte, porque en ese momento ya estaba lejos, en dirección contraria a la que llevaba el auto.

Ese día aquel vecino le salvó la vida al ladroncito. Pero, sobre todo, se la salvó al justiciero aquel, para que sus hijos no se avergonzaran de un padre capaz de matar por una bolsa de mercado.

En ajedrez, también, la inteligencia hace que todo termine bien.

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