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El Telégrafo
 Pablo Salgado, escritor y periodista

Un deslucido y reducido Premio Espejo a las artes y las ciencias

14 de agosto de 2015

Hace un año nadie entendió que se suspendiera la entrega del Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo, más aún cuando son tan pocos los reconocimientos que desde el Estado se concede a los artistas y creadores nacionales. Ni en la peor de las crisis políticas que ha vivido el país se dejó de entregar este galardón, instituido por el gobierno militar de Rodríguez Lara, en 1975.  

Por esto nos alegró que en este año se lo volviera a conceder y se lo entregara, en el Día Nacional de la Cultura, a tres importantes ecuatorianos por su aporte a las artes y las ciencias: Fernando Tinajero, Pilar Bustos y a Luis Cumbal. Pocos días antes, Fernando Tinajero, cuando lo llamé a felicitarlo por la nominación, me dijo de entrada: -No creo que me lo den porque he sido crítico con el Gobierno.  
–Fernando, te lo mereces, le respondí.
–Puede ser, pero no voy a mover un solo dedo para que me lo den.
–Por supuesto que no, como tampoco movió un solo dedo Miguel Donoso, le dije.

Y el Presidente -quien elige de una terna presentada por el Consejo Nacional de Cultura- le concedió el premio en forma por demás merecida.

Sin embargo, no todo está bien, lamentablemente. Según me relata el propio galardonado, la ceremonia, realizada en el Salón Amarillo, dejó mucho que desear; deslucida, improvisada, indigna de nuestros artistas y creadores. Demasiadas sillas vacías, con discursos repetidos y elaborados con información -copy paste- de Wikipedia, según me confiesa el propio Fernando. Pero además, el Presidente perdió una gran oportunidad para vincularse con un sector descontento y molesto por la falta de políticas públicas para la cultura. Y más bien lo utilizó para justificar y defender el proyecto de la Universidad Yachay.  

Recordemos que el Premio Espejo nació como bianual, pero Febres-Cordero lo volvió anual; luego Rodrigo Borja retomó lo de bianual; después, Lucio Gutierrez, de nuevo, lo convirtió en anual y con cinco categorías e incrementó el monto económico del premio: de 2.500 dólares a 10 mil dólares, más una pensión mensual de por vida de 5 salarios mínimos unificados; y en caso de muerte pasan a la viuda o hijos menores de edad.   

Este premio económico era una gran ayuda a los artistas que lo recibían. Y digo era, porque el gobierno de la Revolución Ciudadana decidió de nuevo volverlo bianual y, ahora, reducirlo a solo tres categorías: literatura, artes y ciencias. Y lo que es peor, habría decidido suprimir la pensión vitalicia. Es decir cancelar lo más importante; la ayuda económica que permitía a los galardonados ayudarse en su día a día. El monto era indigno, alrededor de 1.000 dólares. Y ahora sería cero; es lamentable este trato a los artistas. Existen recursos, por ejemplo, para los constantes viajes y viáticos de las autoridades de Cultura y no para los artistas. Existen recursos para pagar sueldos millonarios a rectores y PhD extranjeros y no para nuestros creadores que han entregado toda una vida a las artes y las ciencias.   

Ojalá se recupere el espíritu del mayor premio que el Estado ecuatoriano concede a la cultura y sirva no solo para iniciar un diálogo -abierto y plural- con el sector cultural, sino también para reconocer el trabajo -arduo y cotidiano- de todos los artistas, creadores y gestores culturales nacionales. (O)

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