En este país, hay pobres, sobrevivientes, y 11.361 personas millonarias; por otro lado, Ecuador tiene predestinado a crecer el 0,7% este año según el Banco Mundial, y el país gastará, aproximadamente, 3.600 millones de dólares más de lo que producirá. Gastamos más de lo que ganamos.
El Estado endeudado, pobre y sin recursos debe recurrir a su mandante para que arrime el hombro; ahora, la política que está llamada a regular quién pagará el desastre dice lo evidente: que paguen los que más tienen. Obvio.
Aquí está la trampa, el que más gana en el sistema regular de declaración. Es decir, el que cumple con la normativa en ir a decirle al Estado que eso es lo que gana, y como lo ha ganado sobre la base de lo que ha hecho durante el año.
Pero tenemos un mercado irregular y creciente que tiene padrinos que los bendicen en sus fechorías; y, sus ganancias irregulares generan mucho, no pagan impuestos, y son intocables. Tan salvaje es el ejemplo que, hay empresas de construcción que fueron sentenciadas por blanquearse multas millonarias, direccionarse proyectos de construcción multimillonarios y siguen ahí, licitando con el Estado, como si nada hubiese pasado.
¿Entendemos dónde está la injusticia? Si no la tienen clara, se las digo, Ecuador es un país que le cobra al que cumple con la ley, para pagar lo que se llevan los que no la cumplen. Simple.
Los filósofos del derecho estricto tras su mesa de estudio siguen con el tema de que necesitamos todos los derechos posibles; pero, cuando se les enfrenta con la necesidad de que, si plantea un problema, planteen la solución económica del caso dicen: el que más tiene, que más pague. Nos estamos quedando sin gente que tiene.
Este país considera rico al sobreviviente, el que no tiene para huir, y se atreve a dar trabajo; y, a ese, dice la política, hay que exprimirlo hasta que no le quede ni medio centavo de ganancia para pagar todo lo que se les ocurre a los filósofos. En este país, hay un delito no tipificado que cumple condena: hacer ganancia.
Resultado de esto, mis queridos lectores, es que hacer ganancia no motiva sino deprime; cumplir con la ley no es un honor, es un desafío; y lo tenebroso, ser delincuente es ser víctima y eso debe cambiar.
Le motivo a que siga cumpliendo, usted que sabe lo que cuesta ganarse un centavo de forma honesta, abrace a su familia fuertemente. Aunque nadie lo felicite, déjeme contarle, aquí en voz baja, que usted está salvando al Ecuador.