La institucionalidad del Ecuador se va a construir con mucho esfuerzo y, además, demasiada oposición. Acostumbrados a que el Estado nos sirva individualmente (grupos, intereses, personas y corporaciones) y si no lo hace lo violentamos, quedamos a la deriva de todo desarrollo democrático. Y la institución política será real y solvente en la medida que la ciudadanía, sus autoridades, funcionarios y los medios de comunicación la asumamos como una necesidad de la democracia.Por eso no estoy de acuerdo en nada con el artículo de ayer de María Rosa Pólit: El poder del dedo, publicado en estas páginas. La señora Irma Parra no solo que levantó su dedo medio, sino que profirió frases ofensivas contra el Presidente de la República. Ella lo insultó, como igual lo habría hecho si era el alcalde de Riobamba y sabía de las consecuencias. Y en su pleno derecho, humano y jurídico, el presidente Rafael Correa ha exigido respeto a su persona y a su autoridad.Quienes ahora se solidarizan con Parra y la erigen como símbolo de la oposición, descartan la prepotencia de la señora, ignoran a propósito que con ese clase de oposición no se hace democracia plena y tampoco se consolida la institucionalidad. Diría más: al carecer de figuras y hasta símbolos potentes para hacer oposición utilizan a personas como Parra o a Jeferson Pérez para erigirse desde un supuesto apoliticismo como factores “ciudadanos” e “independientes” de oposición. ¿Qué dijeron cuando Jaime Nebot le metió un manazo a un juez? ¿Crearon un blog www.unmanotazoaNebot.com? No. La informalidad de y hacia las instituciones no puede ser la marca para la construcción de una sociedad democrática. Y esa formalidad, en el mejor sentido de la palabra, empieza por respetar y ser respetado, más allá de moralismos. Lo sustancial está en que la ofensa no sea la herramienta de la oposición y que la figura del Jefe de Estado, el de ahora y los que vengan, sea tratada como la del representante de todos los ciudadanos, porque para eso lo eligió una mayoría, nos guste o no.Un dedo en alto a favor de la democracia y la participación ciudadana se merece este Presidente, como quienes apuestan por un cambio real, con equidad social y sin la discriminación económica, que parece no cuenta en el análisis objetivo de lo que ocurre en el Ecuador de estos años. Mi dedo pulgar arriba para Correa es de compromiso, claro, con la transformación que él lidera, sin ninguna duda, y para construir una institucionalidad democrática.