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El Telégrafo
José Gonzalo Bonilla

La última loca surrealista

26 de junio de 2019

En nuestro paso por la ciudad de San Miguel de Allende, patrimonio de la humanidad, una de las más bellas ciudades de México, descubro casi por azar una pequeña pero significativa exposición de la pintora inglesa nacionalizada mexicana Leonora Carrington.

Desde 2011, año en el que muere, México no le había hecho justicia a la memoria de esta magnífica pintora. Ahora, a más de una muestra itinerante, la casa de Leonora será convertida en museo a muy poco tiempo de cumplirse el centenario de su nacimiento. A Leonora se la conoce como la última loca del surrealismo.

Nacida en Inglaterra y naturalizada como mexicana. Con 21 años y siendo la más joven, perteneció al colectivo surrealista europeo. Pese a sus cortos años, Salvador Dalí la consideraba como la artista más importante de la época. Frecuentó con artistas como Luis Buñuel, Picasso o Breton.

Mujer rebelde desde sus primeros años de infancia, se resistió a la sociedad victoriana y por ello fue excluida de escuelas, colegios y de la misma familia. Se sabía que sus progenitores pensaban que el arte solo era para homosexuales y pobres.

Compañera afectiva de Max Ernst. Mujer apasionada que vivió el arte como la vida misma. Su elan vital era una declaración de amor, de guerra, de pasión… El amor, un verdadero manifiesto estético. Luego de que Max Ernst fuera tomado prisionero, Leonora sufrió de ataques psicóticos y tuvo que ser internada en un manicomio, del cual escapó al poco tiempo. Huye a México gracias a su amigo artista y diplomático, Renato Leduc.  

Es precisamente en México, en la colonia Roma, donde hoy se establecerá la casa museo, casa que compartió con amigos como Aldous Huxley, Julio Cortázar, el maestro Octavio Paz o la pintora Remedios Varo.

Leonora, sabia y oportuna, afirma... “las mujeres han estado oprimidas, y creo que muchas no desarrollan todo el potencial que tienen porque las consideran seres inferiores. Pero eso no significa que piense que las mujeres son mejores que los hombres ni tampoco que los hombres son mejores que las mujeres. Lo que está claro es que la principal preocupación de los oprimidos es dejar de estarlo”. (O)

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