El mundo observa la creciente tensión por el despliegue de fuerzas militares en la frontera entre Ucrania y Rusia, espacio de la Europa oriental. Los líderes y medios de comunicación establecen como causa la intención de incorporar Ucrania a la OTAN, y con ello expandir la frontera de su bloque hacia el oriente, poniendo un hito a los afanes de Rusia. El ajetreo militar y la retórica constituyen un campo de forcejeo, pero las razones de fondo son económicas y geoestratégicas, relacionadas con el negocio del gas y la cercana crisis energética mundial.
El negocio mundial del gas escala, debido a que las potencias siguen apostando por un desarrollismo capitalista, uno de cuyos pilares es la producción industrial. El escenario pos Guerra Fría ha dado paso a un mundo multipolar, conformado por EE.UU., Alemania, Rusia y China. EE.UU. tiene como su aliado histórico a Europa, pero progresivamente pierde fuerza. Rusia intenta articular a Europa, funcionando, además, como aliado de China.
La hegemonía de EE.UU. daría un nuevo paso atrás con la creciente y porcentual dependencia de Alemania del gas de ruso. Frente a una economía compleja, ese país opta por el gas más barato, en relación al gas licuado de EE.UU. Las corporaciones privadas de estos países juegan a las cartas alrededor de este negocio extraordinario, que además opera una esfera de poder mundial. Para poner en jaque al avance económico de Rusia hacia Europa, y por lo tanto el incremento de su poder, EE.UU. activa la carta de la OTAN, promoviendo el ingreso de Ucrania, localizado en los pies de los cosacos, colocando una amenaza directa.
Ucrania es el país donde se decantan las tensiones, mientras enfrenta una honda crisis económica, entre otras razones, porque dejó de ser la única ruta del gas natural ruso hacia Europa, puesto que ya están en funcionamiento gasoductos alternativos.
China, en apariencia, ve de lejos el conflicto y no se implica en la retórica. Sin embargo, está en el tablero, porque el gas más barato o más caro, es también necesario para mantener su modelo clásico, basado en el desarrollo industrial capitalista, abocado a la competencia.
En definitivas, el problema de Ucrania no es sino una evidencia de las tensiones de las potencias, por el negocio del gas y el control de las fuentes energéticas. Como siempre, miden fuerzas en las periferias y salvaguardan sus centros.