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El Telégrafo
Guido Calderón

Turismo y cambio climático

13 de diciembre de 2015

El turismo en el mundo está muy asociado a la naturaleza, la misma que cambia en función del clima que se altera cada vez más por el aumento de la contaminación atmosférica que incrementa la temperatura del planeta, lo que se traduce en inviernos más fríos y largos, huracanes más potentes, diluvios, sequías; desastres que no aminoran el turismo, simplemente lo transforman.

Cuba es el principal vendedor de calor y playa a los rusos y canadienses, que han aumentado su tiempo de visita a la isla debido al alargamiento de sus inviernos, lo que el Mintur de Cuba festeja al superar su meta de ventas un mes antes de lo esperado. Atacama, el sitio más seco del planeta, que fue víctima de diluvios que destrozaron varias zonas del sur de Chile, hoy es un paisaje florido que convoca a fotógrafos de todo el planeta.

En Puyo, capital de Pastaza, Amazonía ecuatoriana, las lluvias en los últimos 10 años se han reducido en 40% haciendo más agradable la vivencia en uno de los sitios más húmedos y biodiversos del planeta, aunque este cambio climático no ha servido para convocar a los turistas, pero sí a muchas familias que han hecho su residencia en esta bella ciudad.

Pero no todos los cambios son tan alegres y rentables, la Organización Mundial del Turismo advierte del gran riesgo que representa el cambio climático para las economías más fuertes del planeta, que son las que más turismo reciben, pero que han desarrollado planes de contingencia para enfrentar las catástrofes ambientales, no así los países en vías de desarrollo donde año tras año sus desastres destruyen la infraestructura básica, como agua potable y alcantarillado, lo que produce enfermedades que ahuyentan el turismo y condenan a la pobreza a varias generaciones de residentes, muchos de los cuales migrarán a las grandes ciudades a inflar los cinturones de miseria y delincuencia.

El fenómeno El Niño ya está haciendo estragos en Bolivia y sur de Perú, incluso se advierte que será severo con Machu Picchu. En nuestro país se supone estamos preparados, ojalá el momento que llegue la abundante publicidad preventiva no escale al nivel de asustar al turista y sea manejada con mesura e inteligencia.

El papa Francisco y el presidente Obama también han sido muy claros en señalar sus preocupaciones sobre estos cambios climáticos que incrementan la desigualdad económica, pero ni Estados Unidos hace esfuerzos reales por bajar la contaminación atmosférica ni tampoco a los católicos se les ve que lleven vidas más ‘sostenibles’, de hecho, las romerías y fiestas religiosas dejan una estela de basura y contaminación propias de la Edad Media.

El temido aumento del nivel del mar no afecta aún a los países ricos, si podemos cerciorarnos de que las enfermedades tropicales aumentan sobre todo porque generamos las condiciones ideales para el crecimiento abundante de vectores, como el mosquito, y también constatamos cómo cada día miles de árboles son talados para ser convertidos en cajas desechables para transportar frutas a los mercados de Quito y Guayaquil, aunque nos jactamos de tener una naturaleza con derechos y la Constitución más ‘verde’ del mundo, color que cada vez se ve menos en nuestras cordilleras. (O)

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