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El Telégrafo
Guido Calderón

Turismo post-París

29 de noviembre de 2015

Las sociedades europeas del bienestar encontraron en la terrible tragedia de los atentados en París la solución y el freno a la masiva e incómoda migración de refugiados, entre los cuales había la sospecha de que se introducían potenciales terroristas con la intención de atacar y generar caos. Las sospechas se convirtieron en trágicas realidades y si París aún no sale del shock, Bruselas no ha necesitado ni un disparo para estar igual de aterrada, tanto como lo estarán las capitales europeas, que registran disminución de sus turistas, que con calles llenas de policías superarmados que miran con sospecha a cualquier persona, aeropuertos inundados de dispositivos que revisan el cuerpo humano por debajo de la ropa, cámaras de vigilancia en cada rincón y las miradas de recelo de sus residentes; no recrean las condiciones de seguridad y libertad que busca el turista.

La caída en bolsa de las principales aerolíneas no es drástica, pero se dio. Y puede caer más, si los dirigentes europeos no encuentran el discurso adecuado para transmitir la tranquilidad y seguridad ante un enemigo no solo imprevisible e invisible, sino que vive dentro de sus barriadas, que tiene nacionalidad europea y de un momento a otro se transforma en un fanático suicida.

Que este estado de miedo termine es poco probable, al menos no en París, las empresas vendedoras de armas están equipando a toda Europa para su defensa en las calles, lo que la volverá restrictiva, represiva y más racista. Por otro lado, el autodenominado Estado Islámico es –entre otras causas– el efecto bumerán de la invasión a Irak, fenómeno que se repetirá en los siguientes años, producto de los bombardeos en territorio de Siria ocupados por ISIS, donde las bombas no dirimen entre terroristas y población civil inocente, inocencia que perderán y tendrán motivos para sumarse a las futuras mutaciones de grupos terroristas que tendrán por objetivo trasladar a los estados de bienestar, algo del terror que vivieron en sus países. Viajar a París ya no será tan romántico, siempre habrá la sensación de un atentado, su flujo de turistas no volverá a ser el mismo.

La tragedia paralela es la que sufre la gente musulmana inocente que también repudia las acciones de los yihadistas que se dicen seguidores del islam, lo cual no puede ser cierto, porque el islam es una religión que predica la paz con mucha más fuerza que las religiones occidentales; sin embargo, como toda religión, bien manipulada, es un buen camino al fundamentalismo suicida que creció este año hasta alcanzar 530 grupos terroristas que ven en Europa u pasaporte a la fama.

Las redes sociales son el mejor método de reclutamiento de estos ejércitos que han sabido amalgamar muy bien la violencia, la religión y el deseo de pertenencia, en jóvenes de todo el planeta; algunos tratan de llegar a Siria a combatir, otros se preparan para atacar en sus países de residencia. El terrorismo seguirá buscando embestir en sitios donde la repercusión mediática sea global y las víctimas de varios países, lo que incidirá notablemente en el momento de escoger dónde viajar. Lo que ya se evidencia en la ‘alerta mundial de viaje’ emitida por el Gobierno de EE.UU. a sus ciudadanos sobre los riesgos inminentes del terrorismo. (O)

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