El amor a la naturaleza implica grandes satisfacciones y el privilegio de ver paisajes que están reservados a elegidos que tienen la fortaleza física y moral para vencer la adversidad que plantean montañas, selvas, ríos y mares.
En contraparte, la idílica comunión con la naturaleza exige a más del entrenamiento vigoroso, el conocimiento de muchas técnicas de sobrevivencia y entre ellas las de cómo proceder cuando se está perdido.
El accidente en el que tres excursionistas lamentablemente fallecieron en los Illinizas nos recuerda la debilidad de nuestras leyes en el control de las áreas protegidas, que precisamente por su belleza convocan un mayor flujo de visitas que no siempre se ajustan a prácticas elementales, como ingresar acompañados de un “Guía” de alta montaña, entrenado para realizar técnicamente una travesía por parajes tan agrestes y peligrosos como los Illinizas.
La falta de control y normatividad permite prácticas tan descabelladas como la que se da en el nevado Chimborazo, de 6.310 msnm, donde es usual que turistas extranjeros solos –en especial israelitas- estén esperando que venga un grupo de andinistas con Guía, y en cuanto empiezan el ascenso los van siguiendo.
Otras actividades de alto riesgo como el rafting, no cuentan con el número necesario de Guías certificados legalmente porque las leyes pertinentes no están actualizadas. Los “canopys”, que en realidad son tirolinas, ya han producido muertes porque no cuentan con doble cable, es decir no usan la “línea de vida”. Iguales problemas tenemos en el “canyoning” o descenso de cascadas, no existen regulaciones para construir las rutas en sus rocas, ni de los materiales a usarse, ni de los Guías a contratarse.
El ordenamiento legal en el turismo de Ecuador es imprescindible, urgente, pero plantear una nueva ley no significa hacer un refrito personal de la obsoleta ley vigente, sino reunirse con empresarios y gestores turísticos de cada provincia, donde los conocedores de sus recursos geográficos puedan exponer sus proyectos, problemas y necesidades.
El Ecuador es tan diverso que cada provincia tiene sus propios conceptos y estilos de turismo. No es lo mismo el turismo que impulsa exitosamente Guayas que el turismo que trata de promover Morona Santiago, donde el “canopy” -que es la exploración del dosel amazónico- algún día será una actividad rentable.
Requerimos leyes que motiven nuevas actividades, regulen las existentes, incentiven la inversión y así ponernos a la par de la efervescente promoción que hace el Mintur.