Imaginemos por un momento que el turismo es algo más que paisajes, hoteles, grupos étnicos, flora y fauna, que por cierto todos los países de América Latina los tenemos.
Imaginemos que los productores de maíz de la Costa, tuestan parte de su cosecha, la hacen harina y la convierten en “gofio”, un potaje ideal para alimentos de escolares, o para salsa de untar que se sirve en los restaurantes de Canarias.
Imaginemos que los productores de tomate, deshidratan parte de su cosecha y la convierten en infinidad de subproductos que generan nuevos ingresos al campesino, como salsas y pastas de tomate caseras que hagan la competencia a las industriales. Tomates rehidratados en aceite con orégano son una delicia gastronómica que no tenemos. Harinas de tomate con especias, tendrían tanta variedad de sabores como los sitios donde se los cultive.
Imaginemos a los municipios de Ecuador fomentando la producción de quesos y permitiendo que únicamente los mejores tengan la denominación de origen, es decir que puedan decir que son de tal región solo si cumplieron los estándares de calidad municipales. Cada ciudad compitiendo en ferias con sus vecinos en variedades y propuestas, que convocan miles de turistas en cacería de sabores. Con tanta variedad de climas y ecosistemas, deberíamos ser el país con mayor diversidad de quesos y los mercados estarían abarrotados de turistas que también visitarían las pequeñas comunidades, donde cada tipo de queso es una edición muy limitada, que amerita el largo viaje a comprar a campesinos que muestran a los turistas sus procesos productivos a la par que sus paisajes.
Imaginemos que en todas las provincias se deshidrata la abrumadora variedad de frutas que tiene el país, que nuestros niños en vez de caramelos tendrían como golosina las frutas confitadas, almibaradas y que en cada hotel o supermercado los turistas las comprarían no solo para degustarlas sino para llevar esos exóticos sabores a sus países.
Imaginemos que la cadena productiva del Ecuador sale de los dos extremos, del producto fresco que se daña mañana al producto manufacturado importado, y que entre la producción
primaria e industrializada generamos nuevas faces intermedias que crean empleo familiar, nuevos tipos de alimentos, identidad gastronómica y un nuevo tipo de turismo donde los sabores acompañan al turista de regreso a casa.
Imaginemos un nuevo turismo sustentado en campesinos productivos que abastecen de infinidad de nuevos productos a hoteles, restaurantes, mercados y que en sus alacenas … siempre hay algo delicioso que comer.