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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Trollandia

17 de febrero de 2016

El mundo de las redes sociales no deja de ser bastante divertido. Y el egocentrismo de ciertos conspicuos representantes de la clase media ecuatoriana no deja de ser un espectáculo que recuerda el absurdo en el que viven algunos personajes de ciertas populares comedias norteamericanas, cuyos nombres prefiero no citar. Detrás de la maledicencia con que se suelen manifestar, se percibe a veces cierta ingenuidad, algo así como la actitud de un niño malcriado que se cree el centro del universo.

En las últimas semanas, por ejemplo, se ha visto en un par de ocasiones esa actitud. Cuando Hugo Idrovo, más que nada en un acto de consecuencia con sus ideas y de fidelidad a un proceso en el que él cree, actuó en la celebración del noveno aniversario de la Revolución Ciudadana, el espectro cibernético se llenó de insultos a cual más barato, a cual más vulgar y sobre todo a cual menos original. Todo suele, finalmente, en decir que la madre de uno no estaba casada con el padre de uno en el momento en que uno fue concebido. Nada más. A Hugo, otros lo acusaban de ‘traidor’… ¿traidor a qué, diríamos? ¿Acaso todo el mundo tiene que pensar exactamente lo mismo que nosotros y decepcionarse de cualquier cosa exactamente en el mismo minuto? ¿Acaso un artista, para que su arte sea valioso, debe pertenecer a nuestra misma tendencia política? Actitudes como estas demuestran, por lo menos, ignorancia, para no hablar de otras cosas que, igual que los títulos de las comedias, prefiero no mencionar.

En esta sociedad que no termina de recuperar su autoestima, en donde por eso mismo pensamos que todo el mundo está pendiente de nosotros, que todo es una indirecta, que todo es una ofensa personal, y que hasta los artistas y cantantes deben experimentar exactamente nuestros mismos sentimientos para que tenga sentido su obra y su misma existencia sobre la Tierra, con frecuencia se confunde el medio con la mitad y se protesta por una cosa creyendo que se lo hace por otra. Y generalmente todo se hace desde la inmadurez, desde la imposición, desde la más total falta de razonamiento y saliendo siempre con el ‘porque sí’ por delante.

Algo similar a lo que ya pasó con Hugo Idrovo acaba de suceder ahora que el Presidente ha invitado a compartir una comida al cantante español Miguel Bosé, y sobre todo que Bosé ha aceptado sin ningún problema (¿debería haberlo tenido?). Algunos de sus ‘fans’ han proclamado en las redes sociales (que aguantan muchísimo más que el papel) que están ‘decepcionados’ del bello intérprete español.

Le habrán quitado el sueño, de seguro. (O)

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