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El Telégrafo

Trogloditas

22 de marzo de 2012

Por estos días, siguiendo la marcha organizada por los dirigentes de la Conaie, que salió de la provincia de Zamora Chinchipe recorriendo varias provincias de nuestra serranía con destino a Quito, recordaba la fábula de los trogloditas del filósofo Carlos de Montesquieu, quien en su obra “Cartas persas” narraba la historia de un pequeño pueblo imaginario: “En un primer acto: monarquía. Los trogloditas tienen un rey de origen extranjero y lo matan. En el segundo acto: anarquía. Reinan el egoísmo y el interés particular, produciéndose una serie de catástrofes. En el tercer acto: democracia patriarcal.

Dos amigos consiguen persuadir a los trogloditas de que el interés de los particulares se encuentra siempre en el interés común. Se vive un estado de ayuda mutua, virtudes humanas, felicidad idílica y familiar. En el último acto: aumentan el número de trogloditas y la virtud comienza a pesarles. Estos quieren darse un rey y eligen a un anciano venerable. Luego de lo cual, se regresa al primer acto y el ciclo se repite”. En conclusión, Montesquieu sostiene: “que los trogloditas se cansan de ser virtuosos, dando como resultado que los mejores gobiernos no duren más que un cierto tiempo”.

Entonces, me planteo las siguientes interrogantes: ¿Será que los indígenas se sienten relegados por este Gobierno? ¿Será, acaso, que el pueblo se cansó del actual régimen?

En mi criterio, dudo que las bases del movimiento indígena se sientan decepcionadas por las políticas del gobierno de Correa. Al contrario, pienso que muchos de los marchantes han sido engañados sobre los verdaderos propósitos de las acciones de protesta, siendo amenazados con multas y otras represalias, en caso de negarse a participar en las manifestaciones contra el actual régimen.

También me cuesta creer que el pueblo se haya cansado de un gobierno progresista que ha cambiado las estructuras socioeconómicas y de poder, redistribuyendo equitativamente la riqueza y garantizando el ejercicio de los derechos humanos. Hemos pasado de un Estado burgués a un Estado socialista y solidario. No creo que los ecuatorianos hayamos olvidado tan pronto cómo era el Ecuador de las últimas décadas: un Estado inactivo, sin políticas serias en el área social, sin  programas de desarrollo sostenible, con la red vial destrozada, con regiones y provincias abandonadas a su suerte, sin cobertura en los servicios de salud, vivienda y educación para los pobres, con políticas económicas que beneficiaban solamente a los banqueros, a los grandes grupos empresariales nacionales, multinacionales y a los organismos multilaterales de crédito, pagando una deuda ilegal y usurera.

Finalmente, quiero recordarles que un pueblo que olvida su pasado está condenado a repetirlo. Consecuentemente, dejemos de comportarnos como trogloditas, derrocando presidentes al estilo del viejo país, y avancemos por el camino del cambio profundo que ha emprendido este gobierno revolucionario para forjar una patria nueva, más justa y solidaria.

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