Tarde o temprano debemos encontrar la salida al sistema contradictorio capitalista, un sistema económico y cultural, que nos envuelve hace muy poco tiempo. Quinientos años es una partícula de arena en una playa. Al menos en América, en el Abya Ayala, miles de años atrás existieron formas no capitalistas de organización social y producción. No fueron perfectas, muchas eran contradictorias, se asentaban sobre relaciones asimétricas, explotación laboral, dominación y hegemonía. Pero en dos aspectos fueron más viables: serían ambientalmente sostenibles y lograron condiciones propicias para la reproducción de la vida, y en ese sentido su estudio profundo, puede nutrir el conocimiento en la búsqueda de puertas de escape.
Los tres sistemas no capitalistas que se desarrollaron en lo que hoy es América Latina, fueron el mundo andino, el mundo mesoamericano, y el mundo de la costa del Pacífico Sur, sobre el que menos se conoce. En su fase final estos mundos tuvieron sociedades organizadas en jerarquías. Al igual que en otros mundos, unos pocos hombres y mujeres tenían una posición ventajosa y de dominio de los medios de producción y la esfera de circulación y por otra parte controlaban los excedentes, es decir, la riqueza. Los modos exitosos o fallidos de redistribuciones de los bienes hicieron que algunos de estos sistemas se mantuvieran en el tiempo, o en casos contrarios, entraran en crisis y llegaran a la autodestrucción. Uno de estos mundos, de lo que se sabe hasta ahora, funcionó de manera extraordinaria sin moneda ni mercados, en cambio, dos instituciones impensables en la actualidad. Los tres mundos, fueron, sin embargo, no capitalistas, porque en ninguno de ellos se desarrolló la especulación.
Aunque todavía se discute el asunto, en general hay un acuerdo acerca de que los “Estados” pre hispánicos de los Andes centrales desarrollaron una forma de tributo que se basaba en la entrega más o menos obligada de energía humana. Aquí no existían ni mercaderes ni mercados, porque el Estado era el redistribuidor de algunos bienes muy apreciados, puesto que controlaba los excedentes. En el otro mundo, en el mundo mesoamericano, el eje era en cambio la entrega de tributos en productos, existían además grandes mercados y un poderoso grupo de mercaderes.
El tercer mundo habría desarrollado la noción de “valor de cambio”, es decir, unidades convencionales que funcionaban como monedas, como ocurrió en el proceso europeo. Unidades de cobre se habrían utilizado como tales en la costa de lo que hoy son Perú y Ecuador. Asimismo, piedras de esmeraldas y cuentecillas elaboradas de concha spondylus, que por su escasez, demanda e inversión de sobretrabajo para obtenerlas, se habrían convertido en una especie de moneda que articuló el mundo del Pacífico y el tráfico a larga distancia. El arqueólogo ecuatoriano Jorge Marcos desarrolla esta tesis con gran claridad y utiliza la noción de “capital mercantil”.
Los tres mundos no capitalistas tuvieron alimentos, tecnologías, ciudades, infraestructura de integración, acopio de agua y riego; religión, saberes, conocimientos, riquezas y más. Unos con monedas y mercados; otros sin monedas y sin mercados, ni mercaderes.
Los tres mundos desconocieron la especulación y su institución principal en la era moderna, los bancos. (O)