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Ecuador, 04 de Octubre de 2024
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El Telégrafo
Rodolfo Bueno

Tres fases

17 de agosto de 2015

En la película georgiana Arrepentimiento, filme producido clandestinamente en el período final de la era de Brezhnev, se narra las dificultades por las que pasa el hijo de un poderoso dictador que en vida fue una extraña mezcla de todos los tipos de dictadores que la humanidad ha conocido, para encontrar un camposanto donde los restos de su padre descansen para siempre.

Al final de la historia una desconocida viejita se aproxima a la ventana de la casa de uno de los personajes y le pregunta: “¿A dónde conduce este camino?”, al escuchar la respuesta se interroga meditabunda “¿Para qué sirve un camino que no conduce al templo?” Templo no solo es el lugar donde los creyentes se congregan, sino que cuando Jesucristo dice: “Tú eres Pedro (que significa piedra), y sobre esta piedra construiré mi templo”, se refiere a los elementos más puros y sanos que poseemos en nuestro espíritu, con ayuda de los cuales debemos emprender la difícil tarea de encontrar la razón por la que existimos en este mundo.

Según Fiódor Dostoyevski, “sólo la belleza salvará al mundo”. En este planeta en el que aparentemente todo está perdido, este escritor encuentra la salvación en la belleza. Pasa que todo lo bello es bueno y lo malo es feo, así de simple, como en las tiras cómicas donde los personajes buenos son hermosos y los malos, feos. La mayor riqueza que poseemos al nacer es nuestro espíritu, en el cual si queremos podemos construir el templo, que nos ordena Cristo o, en su lugar, el nido de víboras que el mundo en que vivimos nos ordena construir.

Según el General Eloy Alfaro, “sólo venciéndote vencerás”. ¿Venciendo qué? Venciendo los instintos que alguna vez fueron indispensables para sobrevivir pero que ahora nos impiden construir una sociedad justa, venciendo la mala levadura que posee el hombre, según canta Rubén Darío en su poema “Los motivos del lobo”.

Estas 3 frases engloban toda una filosofía de la vida, siguiéndolas estaremos en capacidad de encontrar nuestra propia razón de ser, porque fea, aunque necesaria, es la herencia ancestral con la que al nacer llegamos al mundo, si no luchamos contra ella, si no dominamos nuestros instintos, no encontraremos el camino que conduce al templo y vano será nuestro paso por la Tierra.

Ahora que nuestro país parece encontrarse en un callejón sin salida, en el que se van agotando las posibilidades de diálogo, en el que cada cual vela por sus propios intereses, sería bueno que, cediendo un poco de nuestras mezquindades, meditemos sobre el futuro común de los ecuatorianos. Pensemos que el camino emprendido no nos conduce al templo, que sobre nuestros propios intereses están los de la patria. Tomemos consciencia de que el Ecuador pertenece también a las futuras generaciones, y es muy poco lo que hemos hecho por ellas.

Encontremos la belleza que habita en nuestra interioridad, extraigamos de nuestra alma los mejores sentimientos y arranquemos la mala semilla con la que la naturaleza nos dotó al nacer. ¡Hay tanto por hacer, y el tiempo no perdona! Solo venciéndonos salvaremos al Ecuador. ¡Viva la patria! (O)

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