Hay que reconocer que en época de elecciones salen a relucir sentimientos nunca antes vistos por personajes que intentan ser simpáticos para captar votos; de repente: abrazos, besos, ofrecimientos, sonrisas acompañados de imágenes, ruido que contamina auditiva y visualmente las ciudades. Vemos candidatos que en su día fueron autoridades cuestionadas, que figuran en la contienda y muestran el cinismo de decir “esta vez sí lo haré”, vivimos lo que Zygmunt Bauman califica de “política líquida”, todo se diluye.
Los medios hacen lo suyo con publicitar a los participantes en combo, que en realidad el elector no tiene en segundos la oportunidad de procesar las propuestas; parte del constructivismo de los medios que llama Niklas Luhmann y que Habermas los refiere como transmisores de ideología, que coloniza la vida social y legitima las relaciones de dominación existentes. De allí una opinión pública de los medios que se inclinan por el ganador, que consecuentemente induce el criterio de la audiencia a referir: “que roben, pero que hagan obras”.
Un alto número de candidatos, para un país con múltiples necesidades, muestra un nuevo momento de la democracia. No coinciden las firmas de respaldo para inscribirse con los votos que se obtiene en la elección. Se percibe un afán de llegar a una dignidad incluso con la desfachatez de reconocer que “no se tiene ideología”, el equivalente a carecer de ideas. Althusser señalaba que se nace en un lugar, en un tiempo determinado y que se empieza a pensar y a escribir desde esa realidad.
Según la crítica de la razón de Kant, no me explico por qué unos discursos tienen más éxito que otros en un híbrido de movimientos y partidos. El combate a la corrupción es la antítesis que refleja un cambio de ideas, de camiseta de una etapa a otra.
Nadie entiende desde dónde vociferan sus discursos, si en una elección van por la derecha y en la siguiente son de oposición, no existe el debate de ideas, pensamiento crítico y la formación política, requisitos básicos para participar; por ello una forma metafórica de calificarlos es “travestis políticos”. (O)