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El Telégrafo

Trastienda

08 de septiembre de 2011

En estos días de tanto alboroto en el mundo árabe, que es consecuencia de las gravísimas crisis de carácter político y social por las que atraviesan los países de esa región, recordaba algunos de los principios fundamentales de la Carta de las Naciones Unidas, suscrita en la ciudad de San Francisco en los Estados Unidos de América, hacia el año de 1945, que estipula: “Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas, estamos resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra, que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles; a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas; a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad, a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos, a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, a asegurar que no se usará la fuerza armada sino en servicio del interés común”.

Acaso los Estados que conforman el Consejo de Seguridad de la ONU, se olvidaron de las normas consagradas en el numeral cuarto del artículo 2 de la Carta de las Naciones Unidas, que prescribe: “Los miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los propósitos de la ONU”. También olvidaron lo dispuesto en su artículo 33, a saber: “Las partes en una controversia cuya continuación sea susceptible de poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales tratarán de buscarle solución, ante todo, mediante la negociación, la investigación, la mediación, la conciliación, el arbitraje, el arreglo judicial, el recurso a organismos o acuerdos regionales u otros medios pacíficos de su elección”. Después de enunciar estos preceptos, les pregunto: ¿Creen ustedes que se agotaron todos los medios pacíficos, antes de autorizar el uso de la fuerza para conjurar la crisis política en Libia? Cabe entonces plantear, además, estas interrogantes: ¿Cuáles son los verdaderos intereses que llevaron a los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte a invadir dicho país? ¿Será, acaso, que se quiere distraer al orbe de la lacerante crisis del capitalismo que está agobiando a los países del primer mundo? Finalmente, les consulto: ¿No creen ustedes que los países de la OTAN necesitan de los recursos naturales de Libia, que posee grandes reservas de agua, petróleo y otras fuentes de energía?

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