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El Telégrafo

Transición histórica

23 de septiembre de 2012

El inicio de una nueva y larga transición histórica, que implica un cambio civilizatorio hacia el poscapitalismo estaría en marcha. Cada día se confirma con mayor evidencia que el capitalismo monopólico lo controla todo y amenaza con la destrucción del planeta, como lo previó Marx, cuyos postulados siguen vigentes.

No se trata solamente de una crisis: es una implosión, como la define Samir Amin, en el sentido de que este sistema no es capaz de reproducirse desde sus propias bases, víctima de sus propias contradicciones internas.

La humanidad se ha enfrentado varias veces a cambios civilizatorios. Hoy, sostiene Samir Amin, están dadas las condiciones objetivas para construir amplios bloques sociales alternativos anticapitalistas, hay un contexto para la audacia, para plantear un cambio radical.

Pero es más urgente que nunca que los actores que luchan por otro mundo posible, utilicen más la cabeza que el garrote, conscientes de que el ser humano en algo ha avanzado desde la edad de las cavernas.  Que sea posible a estas alturas de la evolución humana, y precisamente para darle  impulso a una convivencia solidaria, entendernos sin sacar el arma instintivamente para imponer nuestro punto de vista.

Anteriores transiciones han hecho correr ríos de sangre, destrucción de valores y patrimonio de la humanidad por imponerse a la fuerza. Blandiendo la espada y la cruz se hizo la transición al cristianismo en el nuevo mundo. Templos surgían  sobre las ruinas de construcciones “paganas”, o se quemaban objetos culturales, como los códices de los mayas, por orden del obispo Landa de Mérida. Los jacobinos,  con el fin de acabar con la monarquía absolutista, crearon un reino del terror.

Resulta, pues, imperativo analizar cómo enfrentar la lucha por el cambio y hacia qué tipo de sociedad alterna nos dirigimos.

La sociología tiene mucho que aportar, estudiada con espíritu crítico, pues abundan teorías alienantes. Me refiero al funcionalismo que postula la existencia de un orden natural de la sociedad, cuando lo que hay es estado de conflicto generado por la  desigualdad. Es el  punto de partida para entender que hay explotación de los asalariados que genera violencia, y que hay violencia estructural que se manifiesta en múltiples formas, inclusive en la de género, lo que identifica a los responsables  de la violencia, que es evitable.

Sobre cómo enfrentar la lucha, no perdamos de vista que los movimientos sociales en la historia avanzan por una dinámica de los contrarios, es decir, que son dialécticos.

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