En estos tiempos de asuntos polémicos como la aprobación del aborto por violación y su respectiva regulación, muchos ciudadanos en redes sociales han considerado desatinada la elección de a quiénes se les da voz en los debates y en los medios. La controversia surgió, por ejemplo, con la intervención de activistas radicales o de religiosos que defendieron posturas extremas, ya sea a favor o en contra del aborto. Así, los espectadores asisten al circo del dogma y del blanco o negro. Lo curioso es que esta pelea entre absolutos puede darse de forma solapada, incluso cuando se presentan criterios técnicos y no declaradamente ideológicos.
Si bien todos tienen derecho a opinar sobre un asunto de tal importancia, el cual además puede ser observado desde varias ópticas, el peligro nace cuando alguien emite un comentario desde el podio de ser un experto. No porque no se necesiten intervenciones técnicas en cuestiones delicadas, sino porque ser experto no significa estar exento de tener una opinión y, aun así, la información es presentada como incuestionable. Pero el criterio técnico siempre está basado en la interpretación y la mirada del especialista.
Todos los implicados en los debates, tanto los grupos a favor como en contra del aborto por violación, han intentado presentar sus datos y opiniones expertas como hechos irrefutables. Pero valerse de los títulos de posgrado y doctorado para emitir información que no es solamente científica, sino que de fondo es una evaluación personal basada en conocimiento, es una trampa. No se trata de una argucia consciente, sino más bien hay que pensar que cuando escuchamos a los especialistas, estamos frente a seres humanos con sus posturas y visiones.
Pensar que el criterio, por venir de un experto, es imparcial, es un error.
En el debate sobre el aborto por violación, por ejemplo, había diferencias en los criterios de abogados o de médicos de renombre. Es decir, puede haber discrepancias entre los mismos expertos. Porque no siempre hay verdades absolutas y porque la ciencia es dinámica. Esos desacuerdos se llaman opinión.
Pedirle a una persona, por más títulos que posea, que abandone quién es al momento de iluminar un tema, constituye de antemano, un fracaso.
Otra trampa aparece cuando el público critica la presencia de ciertos invitados a debatir en los medios o en la Asamblea. La mayor parte de veces se valen del argumento de que no son conocedores del tema del que están hablando. En cuanto a la despenalización del aborto por violación esto sucedió, por ejemplo, con una doctora en literatura o con el ex vicepresidente, Alberto Dahik. No obstante, esta es una falacia de autoridad (llamada falacia ad verecundiam) porque alguien que no está directamente relacionado a un campo de conocimiento sí puede decir algo cierto sobre ese tema, así como alguien que conoce profundamente de esa misma área, puede cometer errores. Aquí la audiencia ataca las credenciales de quién está hablando, cuando en el fondo lo que le disgusta es la opinión de esa persona.
Hay más trampas en la información. La más inmediata y profunda es la que nos tendemos a nosotros mismos al investigar sobre un tema o al intervenir en una discusión. Se puede caer en el error de buscar las estadísticas que confirmen lo que ya creíamos previamente. Y, tal vez sin quererlo, así existan diez informes que invaliden nuestras posturas, citaremos los otros diez que nos den la razón. El experto, por más experto que sea, puede caer en la misma emboscada. Del otro lado, el que está frente a la pantalla, elegirá escuchar al medio y al especialista que sea favorable a su forma de ver el mundo y su hoja de vida poco le importará si es que lo que sostiene el invitado le parece coherente.
Tanto quien habla como quien escucha, en su mayoría, está negado a emitir o a percibir un mensaje que constituya una afrenta a sus principios. Son pocos quienes buscan certezas más allá de sus convicciones. Paul Lazarsfeld lo evidenció en los años 40 cuando, por medio de un estudio empírico, descubrió que las personas consumen información para reforzar las opiniones preexistentes.
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