Los grandes cambios que observa la humanidad – al menos aquellos relacionados a la configuración de los mercados laborales - vienen de la mano de las diferentes revoluciones industriales. Desde la invención de la máquina de vapor pasando luego por el uso de la energía (sobre todo la eléctrica), hasta el uso de los computadores y ahora la cuarta revolución denominada digital, nos inserta en una dinámica de cambios tecnológicos vertiginosos de tal magnitud que atreverse a pronosticar cuáles serán los trabajos del futuro, se ha convertido en un ejercicio de adivinos. No obstante, varios estudios internacionales (BID, B. Mundial, McKinsey T. O.), consideran que al menos el 5% de los empleos podrán ser reemplazados enteramente por el uso de la tecnología y el resto lo serán parcialmente. De allí la importancia del reto que debemos afrontar en la formación profesional y en la configuración del mercado laboral.
Los empleos de reemplazo parcial más susceptibles de automatizarse serán aquellos cuyas actividades al interior de su cadena de valor sean rutinarias; en cambio, otras actividades requerirán talento humano con habilidades técnicas relacionadas al uso e interactividad con la tecnología junto con competencias socioemocionales como actitud proactiva, saber comunicar, disposición a aprender, liderazgo, empatía, trabajo en equipo y capacidad de innovar. En este sentido, habrá mayor demanda laboral en tareas relacionadas a la economía del cuidado (niños, ancianos, enfermería), educación, empleo verde (profesiones destinadas a aumentar la eficiencia energética, reducción de residuos y contaminación, protección de ecosistemas, adaptación al cambio climático), etc., a las que se suman aquellos empleos que ya han incorporado la gestión digital en sus procesos de trabajo como finanzas, diseño gráfico, marketing, logística, uso de redes, que además reclaman capacidades para relacionarse internacionalmente pues los mercados ya no pueden circunscribirse solamente al mercado local. Habrá sin duda empleos nuevos que aún o conocemos, pero lo que sí sabemos es que debemos enfocarnos en una formación profesional que desarrolle las habilidades y competencias mencionadas.
En el caso ecuatoriano posiblemente – por nuestra estructura productiva - serán el sector servicios y agroindustrial los que mejor puedan aprovechar lo que trae esta cuarta revolución y ser los más disruptivos a la hora de demandar nuevos empleos. Por ello, ahora mismo es imprescindible fortalecer el débil relacionamiento de las empresas con la academia y los sistemas de formación profesional. Las empresas requieren contratar empleo al ritmo del cambio de la competencia global y la academia debe ser capaz de articularse a estos requerimientos y rediseñar su oferta de formación con la flexibilidad necesaria para entregar profesionales capaces de insertarse en esta nueva dinámica económica.