El trabajo es una palabra con un contexto económico, social y jurídico de transcendencia mundial. Es básicamente la transformación y evolución de la sociedad y la producción donde los actores son básicamente dos: el empresario y el trabajador.
Estas dos caras de la moneda son fuerzas que se oponen en una revolución de energías a tal nivel que, si una deja de jalar para su lado, esta revolución (en sentido físico), se derrumba y la otra parte controla. A este control le deviene la injusticia y, como tal, recae en algo que se llama variación anormal del mercado, entonces todo sucumbe y esto es una realidad en Ecuador en estos momentos.
En este sentido, al reconocer que la fuerza económica la mantiene el empresario, la ley sabiamente ha intentando equilibrar esta desventaja que tiene el trabajador, cargándolo de derechos sobre las decisiones de su porvenir laboral nacidas de su empleador. Por eso podrán darse cuenta que si el empleador toma la decisión de terminar un contrato laboral, intempestivamente, tendrá que pagar recargos y, si el despedido es una mujer embarazada o un hombre con cierto tipo de condiciones, entonces tendrá que pagar más aún.
En nuestra empobrecida y hambrienta de lectura sociedad escuchamos los trinos de los dos lados; el empresario es un abusivo ladrón y explotador, y el trabajador es un vago vividor que solo quiere aprovecharse de su empleador. Esos dos extremos, por más que no queramos, son opiniones nacidas de las entrañas de los que toman las decisiones sobre la realidad del trabajo en Ecuador. Estoy hablando de las Cámaras y de los Sindicatos de trabajadores.
Pero ¿Quién está en el medio? Correcto, nosotros, los que esperamos que este par de instituciones se maten con sus pensamientos extremistas para que los micro y medianos empresarios (que son la mayoría de empleadores en el país) puedan tener algo de claridad respecto a cuanto tendrán que pagar para contratar a un trabajador. Créanme, no es nada barato.
La realidad económica del país está enterrada entre corrupción, corruptelas, pésimas decisiones económicas, inversiones fallidas y un precio del petróleo que, en algún punto de la historia, pensaron que iba a permanecer a precios estratosféricos y tomaron decisiones con base a esos sueños húmedos. Grave error.
Entonces, con esta espantosa realidad económica que atravesamos y que se vio profundizada por una inesperada e interminable pandemia, comenzaron ya hace más de dos años los despidos y los cierres de negocios que alimentaban y pagaban los sueldos.
Cuando construyeron los códigos del trabajo hace más de 70 años, la realidad económica era otra, pero los candados constitucionales para evitar retroceder derechos laborales (que concuerdo plenamente) hacen imposible modificar o repensar el derecho laboral, por lo tanto, se mantiene la normativa rígida que solo puede ser pagada por empleadores de alto calado, la gran empresa. El resto de micro y medianos empresarios ven como un sueño lejano contratar personal. El riesgo es muy alto y el mercado demasiado débil para proyectar y reservar valores para poder pagar a más empleados.
Antes de que se enojen conmigo les aclaro, no estoy proponiendo, pidiendo o rogando retroceso en derechos laborales, eso no, nunca, yo he sido empleado y vaya que son necesarios.
Pero, si deberíamos pensar en segmentar cierto tipo de derechos, es decir que se mantengan pero que se paguen de formas más creativas. Siempre tomando números y estadísticas, proyecciones y balances legales, porque no es lo mismo que una gran empresa, con clientes seguros, ingresos proyectados y estabilidad económica contrate personal y, un micro y mediano empresario, con más dudas que certezas, con más deudas que ingresos e intentando llegar al punto de equilibrio económico de su negocio, pueda pagar y proyectar los valores que debe guardar y pagar a un trabajador en las condiciones del código del trabajo.
El gobierno se dispone a enviar un proyecto de ley que, por menos decirlo, me suena raro. He escuchado al ministro decir que no se reformará el Código del Trabajo, más si se redactará un cuerpo normativo nuevo y con distintas disposiciones. Bueno, en materia laboral, como en cualquier otra materia, lo que es de un campo en específico, por más que le cambies el nombre, será de ese cambio específico, ojalá no tengamos desagradables sorpresas e innecesarias discusiones por esto.
Ecuador necesita trabajar y rápido, la estampida de vuelos a otros países son una realidad. El trabajo escasea y las manos y mentes ecuatorianas están fugando de nuevo. Es momento de madurar un poco y tomar una decisión que nos beneficie a todos, segmentados, evitando distorsión y retroceso en derechos laborales, pero sí, necesitamos darle un respiro a ese gran número de pequeños empresarios que necesitan ayuda, esa ayuda que está esperando esa llamada después de una entrevista.
Si no deponemos viejas rencillas e intentamos, por lo menos, discutir sobre cambios laborales que beneficien con trabajo a los desempleados y, generen condiciones legales lógicas a los pequeños empresarios para poder contratar, estaremos frente a una realidad ya vivida.
Una nueva generación rota, separada y el espantoso y vergonzoso ingreso por remesas.
Maduremos por favor.