Publicidad

Ecuador, 21 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

Tomados de la mano

17 de abril de 2012

¿Qué clase de hijo de su madre es este que admite que desapareció entre 7 mil a 8 mil personas en Argentina y sostiene que Dios nunca le retiró la mano?

El enfermo es Videla, que le ha confesado al periodista Ceferino Reato, a través de largas conversaciones, que han dado para publicar un libro, “Disposición final”, todos los horrores de esa guerra, todavía más sucia porque masacraba a gente muchas veces inerme.

Videla confiesa, ahora que parece que Cristina Fernández tendría para por lo menos cuatro años más, sin un Duhalde que lo proteja, que ciertos empresarios de entonces le dijeron: “se quedaron cortos, debieron ser 1.000 o 10.000 más y que luego, cuando ya no eran poder, igual los acusaron de genocidas”.

Eran los años de aplicación voraz del neoliberalismo, dominaban la escena planetaria Thatcher, Reagan y Juan Pablo II. La Operación Cóndor ya arrasaba en el Cono Sur con todo lo que era considerado subversivo. La CIA estaba atrás de todo este entramado que jamás se detuvo en cosas menores: los derechos humanos. Por eso resulta, a propósito de la CIA, una burla las lecciones que sobre esa materia quiere impartir el establecimiento “gringo”.

Dice Videla que poner orden en la economía era otro de los objetivos de la dictadura que presidió. Acabar con el populismo, instaurado desde Perón, también los animaba. Según Reato, al sanguinario Videla no le tiembla la voz, luce tranquilo, duerme bien y solo a veces una como sombra le cae pesada sobre su cabeza.

Ceferino Reato es periodista del diario La Nación, en algunas de sus reflexiones sobre la conducta de Videla apela a Marx, como queriendo proponernos que, como sucede en la historia, todo ser humano es también sus circunstancias.

Los comentarios de los lectores de la versión digital de este periódico de derecha, ante la sola mención de Marx, tienden a descalificar al periodista y menos a ensayar un juicio sobre Videla.

Los pueblos se sacuden y logran, a pesar de todos lo dolores, castigar a estos seres desquiciados, pero eso no quiere decir que desaparece, por completo, la base política que los engendra. Allá, aquí, en España, que jamás pudieron juzgar a Franco; quedan los gérmenes de esta brutal conducta que todo lo justifica, porque pone siempre por delante los intereses del capital. 

Las cínicas audiencias, clientes de ciertos medios, no quieren saber de la historia. Capital e impunidad han caminado tomados de la mano, pero ningún dios bendice tanta miseria.

Contenido externo patrocinado