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El Telégrafo
Sandra Araya

Todos los días

08 de marzo de 2016

Todos los días, a toda hora. Levantarse, pelear, sonreír, vivir. En fin, eso, vivir es lo que cuenta en una época en que parece que todo fuera acabarse de un momento a otro. ¿O será que siempre fue así? Seguro que sí. Pero hoy es la conciencia de esa fugacidad lo que te hace una hija del siglo XXI.   

Todos los días, a toda hora. Levantarse, amar, amar a pesar de. A la familia, a los amigos, a los compañeros del trabajo. A la señora de la lotería que te vende boletos desde hace diez años. A la señora de la tienda que te vende los cigarrillos y la gaseosa con gesto de reprobación maternal a las nueve de la mañana. Estar conscientes de que esas personas mañana pueden no estar.

Todos los días, a toda  hora. Caerse, levantarse, trabajar, atender al niño. Atender al niño sobre todas las cosas. No para mimarlo, no para hacerlo frágil. Para enseñarle que todos los días, a toda hora, hay que vivir, y que el amor, sobre todo el amor a pesar de, es lo más importante.

Todos los días, a toda hora. Hay que trabajar, y hacerlo al 100%. Hay que sonreír, porque el mundo te traerá algo mejor, dicen. Hay que ser buena madre, hay que estar guapa, hay que ser rebelde —el nuevo cliché—; hay que opinar, así no se sepa sobre qué. Hay que estar en contra,  hay que estar a favor. Hay que. Ay. Cuando sería mejor, sencillamente, hacer lo que a uno le venga en gana, hacer que ese 100% valga la pena para la cabeza, para la pasión, que la sonrisa sea sincera y no motivada por un libro barato de superación. Y llorar con todas las ganas. Y sentarte de vez en cuando a pensar que no serás la madre perfecta y que eso tu hijo te lo agradecerá un día. Y decir, de una buena vez, que no quieres opinar, que te da completamente lo mismo lo que hagan aquí y allá, porque de todas formas, los espacios de poder se van gestando en cada hogar, no en las grandes esferas donde todo se rige por códigos ajenos. Ajenos. Porque lo colectivo no es lo individual. Y el mundo está hecho por personas únicas.

Todos los días, a toda hora. Ser mujer. Ser una persona. Y empezar por respetar el metro y medio que nos toca de camino, con la esperanza de que ese respeto se extienda un poco, que la rabia no te gane y te conviertas en lo que no quieres ser.

Todos los días, a toda hora. Ser mujer. Pensar en la violencia. Pensar en el mundo violento. Pensar en las personas violentas: tú y los otros.

Todos los días, a toda hora, se es mujer, se es persona. Y se trata de dar lo mejor de una, pero no siempre se puede, y no siempre será el mejor día. Y sin embargo, a pesar de no ser perfecta, enseñarse a caer, a mirar atrás, a mirar hacia adelante, limpiarse las rodillas y las palmas de las manos, tener la conciencia de que mañana será otro día, de que no se puede sino vivir con pasión y rabia. Y amar, a pesar de todo.

Todos los días, a toda hora. (O)

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