En ocasiones reflexiono: “¿Lo hemos visto todo en Ecuador?”, frente a lo que últimamente ha ocurrido en nuestra realidad. La respuesta tiende a ser negativa. Basta con mirar lo ocurrido días atrás, donde un presentador de Televisión, el ciudadano José Luís Arévalo (en el goce de su derecho a la libre expresión, a través de medios digitales) hace referencia “en mala leche” al periodista deportivo Jaime Antonio Alvarado, al burlarse de la discapacidad física que vive el mencionado periodista. Lo igual y hasta mayormente triste es que las demás personas presentes -incluidas dos personas de sexo femenino- tienden a reírse de lo dicho por el ciudadano Arévalo, mostrando nulo respeto, tanto por la persona aludida como por ellas mismas.
Ciertamente tal acto generó la indignación en muchas personas, aunque algunas otras buscaron justificar la actuación del ciudadano José Luís Arévalo al tildarlo de “humor negro”. Así, mientras que por un lado gravita el dilema potencialmente jurídico; por otro lado, es evidente que existe afectación en más de una persona, comenzando por el propio periodista Jaime Antonio Alvarado, su familia, e inclusive llegando a alcanzar a quienes hoy en día intentan salir adelante cargando la cruz de la discapacidad.
Hablando de afectación; es inaceptable que hoy en día se busque justificar actitudes que van más allá de adoptar una postura jocosa. Aquí, señoras y señores, se han vulnerado los derechos humanos tanto de una persona (Jaime Antonio Alvarado), así como también de aquellas y aquellos quienes tienen alguna forma de discapacidad como compañera de vida: el acto del presentador Arévalo -y la reacción un tanto insensible de quienes le acompañaban en ese momento- resultaron en una laceración a la integridad de las heroínas y héroes que día a día nos demuestran, con valentía y voluntad, que una determinada forma de discapacidad no implica una “vida arruinada” o distintivo para ser tratada(o) de forma distinta al resto. De paso, ni hablar de las consecuencias que se han producido en la familia del periodista Alvarado, ni tampoco en la repercusión en las demás familias.
Abordando la esfera jurídica; el país ha suscrito y ratificado prácticamente todos los tratados internacionales en materia de Derechos Humanos. En el caso que nos ocupa, el Ecuador suscribió y ratificó la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad; tal instrumento, en su artículo 17 protege a las personas con discapacidad en cuanto al respeto a su integridad física y mental (en concordancia con el artículo 5.1 del Pacto de San José). En esa línea, la academia ha abonado al tema, en significativo grado. Por ejemplo, Hodon & MacInnis (2016) aseveraron que el simple hecho de suavizar la ofensa o la burla mediante la calificación de humor -negro- o sarcasmo, equivaldría a restar importancia a los efectos que estas acciones generan en las personas, para su perjuicio; siendo uno de esos efectos el atropello a los derechos humanos. Estoy convencido que, quienes somos espectadores del insulto y la mofa, tendemos a minimizar lo que produce a las víctimas dado que no observamos “muestras físicas”. Decimos: “pero yo bien que le veo que anda alegre y sigue viviendo”. Al respeto, Soto (2013:15) afirma: “Producida la ofensa, la persona subsiste sin duda, incluso es posible que carezca de toda lesión física, y sin embargo experimenta un obvio menoscabo en su ser moral, un quebranto muchas veces grave e irreparable, ya sea en su honra, en su intimidad, en su imagen, en su identidad, en la posibilidad de autodeterminarse, (…)”.
Todo tiene un límite. El ciudadano Arévalo ni siquiera ha ofrecido disculpas; tal accionar apena. En lo que a mí respecta, me tomo la atribución y ofrezco disculpas al periodista Alvarado, a su familia, y a quienes han sido vejados. Mi solidaridad absoluta.