Cínica es la persona que carente de nobleza y sinceridad está acostumbrada a falsear la verdad con descaro y falta de vergüenza o, quien suele defender a alguien o algo que exhibe una conducta no aceptable por contrariar la moral o las buenas costumbres.
Podría decirse que el cinismo ha sido una constante en el comportamiento de otrora grandes y poderosos jerarcas del gobierno anterior, algunos de los cuales ahora se victimizan y declaran perseguidos políticos, hasta amenazan con paralizar el país y tomarse instituciones, luego de que la verdad sobre muchas de sus fechorías, han salido a la luz pública. Quienes los sufrimos por una década no podemos olvidar el daño que causaron al país y su gente.
Pigmeos intelectuales ebrios de poder hicieron alarde de cinismo, hipotecaron sus escasos niveles de cordura a cambio de prebendas, pues prefirieron mentir, perseguir, acallar, destruir, aterrorizar, especialmente a compatriotas que convencidos de defender causas sociales justas, valores, principios cívicos y profesionales, manifestaban su desacuerdo ante el ejercicio inicuo y muchas veces torpe de la autoridad pública, investigaban y denunciaban actos de corrupción y planes totalitarios, pensaban autónomamente por fuera de la batería de mensajes oficial, administraban justicia incluso castigando al Estado.
Es hora de que rindan cuentas ante la justicia personajes nefastos que manejaron con sorna los organismos de control, la función electoral, las relaciones exteriores, la justicia, la comunicación púbica, la educación superior, las finanzas. Con decisión corresponde impulsar un gran acuerdo nacional para encarrilar al Ecuador; sobre nuestros hombros pesa la responsabilidad de rechazar y depositar en el basurero de la historia a quienes disfrazados de políticos decentes solo cultivan la patraña.
Los titanes del cinismo deben ser sustituidos por gente honesta y seria, que es la que justamente debe estar al mando de la cosa pública. (O) et