Vivimos los últimos días del año. Tiempo propicio para hacer balances y determinar lo bueno y lo malo que nos deja este 2011 que pasó tan rápido y de manera vertiginosa.
El fútbol también tiene su espacio para el análisis, aunque para muchos sea demasiado tarde, sobre todo para quienes no realizaron apropiadamente sus tareas, cometieron una serie de errores y ahora deben pagar factura, como es el caso de Espoli y el Imbabura, que perdieron el derecho a permanecer en la división de privilegio.
Otros apenas alcanzaron a “salvar los muebles” como se suele decir en el argot futbolero; la experiencia, necesariamente, debe marcar un camino para corregir errores cometidos y para que el próximo año no se vean comprometidos con situaciones peligrosas o amenazadas con el descenso, es el caso de la Liga de Loja, el Manta o el Independiente, que con muchas dificultades lograron “driblar” al fantasma del descenso.
En otro grupo están aquellos clubes que se quedaron en el “limbo” sin comprometerse con el infierno, que en este caso representa el descenso, tampoco tuvieron la capacidad para luchar por sitios estelares en la presente temporada: El Olmedo, el Cuenca y el Barcelona se quedaron a medias y otra vez con las manos vacías... Se puede entender lo del cuadro riobambeño, limitado por el tema de presupuesto. Por su parte, el equipo “morlaco” tomó el presente campeonato como un año de transición y volvió los ojos a sus divisiones menores, pero la historia para el próximo torneo le exigirá mayores retos.
Lamentable lo de Barcelona, el “Ídolo” del Ecuador, una vez más y con éste ya son catorce años en que su fiel hinchada no tiene motivos para festejar. Ha pasado tanto tiempo sin conseguir un título, que el último en 1997 se lo recuerda casi como en blanco y negro.
Tras una primera etapa horrible con una paupérrima campaña, se ubicó en el octavo lugar. En la segunda parte del torneo mejoró ostensiblemente, en determinados momentos llegó a ilusionar a sus seguidores, pero al final el resultado fue el mismo. Nada de títulos ni competencias internacionales, será para el próximo año..., al fin de cuentas lo último que se pierde es la esperanza.
El Nacional, considero debe sentirse satisfecho al haber conseguido por lo menos el derecho a disputar en partidos de ida y vuelta ante L.D.U. el tercer cupo para la Copa Libertadores (dependiendo de lo que se decidiera ayer por la noche en la FEF), siempre y cuando los “universitarios” no logren ganar la Copa Sudamericana, caso contrario los “puros criollos” se quedarán con las narices largas.
El caso de Liga Deportiva Universitaria es diferente, en el torneo nacional con demasiadas irregularidades, en la primera etapa del torneo, en donde apostó todas las fichas a ganador.
Debieron conformarse con el segundo lugar que les otorgó el pase a la Sudamericana, torneo en el cual lucha por ser el campeón; de conseguirlo, sería salvar un año atípico, con actuaciones internacionales que han servido para ratificar su jerarquía y estirpe, además de la experiencia y personalidad de un plantel curtido en mil batallas en los campos de Sudamérica, donde se ha ganado el respeto y reconocimiento de propios y extraños.
En el torneo nacional dejó un sabor agridulce y la sensación de que pudo llegar más lejos. Los partidos frente a la U. de Chile determinarán el éxito o el fracaso, así de simple, porque precisamente así es el fútbol. Emelec y D. Quito, mientras tanto, “velan armas” para dirimir el título de campeón.
Los dos han hecho méritos para llegar a esta instancia, tienen planteles que combinan experiencia y juventud, serán finales apretadas, de difícil pronóstico, en mi concepto no hay un favorito.
El sábado 17 de este mes conoceremos al nuevo monarca del fútbol ecuatoriano; Emelec busca su undécima estrella, mientras que los “chullas” quieren dar por quinta vez en su historia una vuelta olímpica.
Desde esta columna, pido la palabra para solicitar que en estas finales, que seguramente serán apasionadas y donde nadie va a regalar nada, impere la limpieza de procedimientos, que estos dos partidos sirvan para poner de manifiesto la capacidad del arbitraje nacional, para respetar los resultados, reconociendo con hidalguía a los triunfadores y sobre todo que sea el mejor escenario para mostrar al país que amamos y respetamos al fútbol en su estado puro.
Que sea ésta una oportunidad para demostrar al mundo que en nuestro país el fútbol sigue siendo una fiesta. Dios quiera que sea así para cerrar el año con un abrazo fraterno y con sentido nacional.