Ecuador nunca ha tenido una justicia, y no solo hablo del poder estatal, sino de la sociedad en sí misma. Este inicio rencoroso de mi parte en decir que, en la justicia, todo está mal desde siempre, no es algo desconocido, es algo que no tengo dudas.
El manejo de las altas cortes siempre ha pasado de mano en mano, por eso tenemos una justicia a la carta para ciertos apellidos, y una justicia tardía para el resto. Es no más de darnos una vuelta por la escapada magistral de delincuentes de toda calaña; desde corruptos, hasta asesinos sentenciados. Aquí sale quién puede, no quién debe.
En este sentido escucho con extrema preocupación los alaridos de todos los mismos de siempre, esos con la superioridad intelectual que les caracteriza, que nos dicen que hay que reformar, de nuevo, todo.
La verdad creo que la justicia como está escrita, no es perfecta, pero si funcional. Si nos repasamos un poco de los cuerpos normativos, tenemos un sistema altamente proteccionista favorable al ciudadano. Pero la ley no habla sola, es aplicada por seres humanos que dotados de ciertos requisitos pasan a ejercerla y ejecutarla. Los actores principales de esta ejecución son nuestros jueces.
Pero para que echarle la culpa solo a los jueces, si dentro del sector otros actores también forman parte, los secretarios, los asistentes, ayudantes y demás personal que conforma a la ejecución correcta de la justicia en el país. Casi todos, podridos y agotados, el sistema está corrompido y es manejado por quién pueda pagar o tenga el suficiente poder para manejarlo.
Sentencias civiles para alimentos, cobrar deudas y cosas “pequeñas” que el ciudadano común y corriente requiere, salen en no menos de dos a tres años, con suerte y molestando (si, porque los funcionarios públicos se molestan cuando les piden que apuren el trámite). Imaginarse que alguien salga en días, después de atenderse su requerimiento, como un habeas corpus, es algo inverosímil para los ciudadanos comunes. Pero no, en la justicia existen ciudadanos de otra clase, la justicia en Ecuador tiene un trato especial, siempre.
Repito, no es la ley, no es como la redactan, menos aún es un problema de reformas, esto es un problema de institucionalidad cívica y ciudadana nacida desde lo más profundo de los hogares que conforman a Ecuador y que se fundamentan en universidades que forman abogados. El problema es el ser humano, el funcionario, ese que no ha cambiado en décadas, y eso no se reforma cambiando leyes.
¿Cómo llega un tremendo ignorante a sentarse en la silla de un juez? Evidentemente tienes que ir a ver quién los selecciona, como los selecciona y quién lo controla. Ya sabemos que Temis, la diosa de la justicia, aquí es el nombre más vulgar parecido a un prostíbulo. Aquí entra a impartir justicia el bueno y también el malo, cuando realmente, nunca debería sentarse a tan alto grado de responsabilidad social un bueno para nada.
Pero más paupérrimo es encontrarse con un presidente de Corte Nacional y uno del Consejo de la Judicatura que, a sabiendas de su enorme responsabilidad en que sus equipos y talento humano se hayan limpiado la baba con la Constitución y las medidas constitucionales, le digan a quién las ha ordenado, la Corte Constitucional que “dé limitándolas”. Se me cae la cara de vergüenza leer eso. Por unos tres asnos, ahora le piden a la alta corte que les dibuje como usarlas. Nada nuevo bajo el sol.
Aún somos incapaces de sentar donde corresponde a gente proba en lugares estratégicos de la justicia. Es evidente que eso no va a pasar, la gente honesta y conocedora no se doblega, no ayuda ni auxilia al compadre.
Un país sin justicia, es un país condenado.