Al día de hoy, llevamos 119 días que la raza humana conoce a la enfermedad covid-19. Se ha discutido muchos temas en poco tiempo y seguimos informándonos: inmunidad, contagio humanos-animales, pigmentación temporal, posible asociación del SARS-CoV-2 con el síndrome Guillain-Barré e inclusive más allá del caso pulmonar: problema de coagulación derivado de un fenómeno inflamatorio (según el Dr. Elmer Huerta a CNN Español).
Ahora bien, días atrás el presidente de Ecuador Lenín Moreno anunció la transición, del aislamiento al distanciamiento, previo 7 días de preparación. No me considero juzgador supremo para tachar de adecuada o inadecuada tal decisión. De hecho, como lo escuchaba en una homilía días atrás: los mandatarios cargan sobre sí pesos extremos, de ahí que su rol no es nada fácil. Pero bien, al respecto daré tan solo una opinión: a) Anders Tegnell (la cara de epidemiología sueca) se ha alejado de la imposición o bloqueo, y ha apostado por fiarse de la cooperación ciudadana, afirmando que medidas estrictas como el cierre de fronteras no pueden regir por meses o años; b) Bret Stephens en The New York Times (NYT) se refirió a las medidas de bloqueo tomadas en los Estados Unidos de América, y en Nueva York (ciudad), esgrimiendo, en resumen, que la ciudad tiene su propia dinámica (aglomeración en trenes, en ascensores o en restaurantes) y que generalizar medidas (ciudad, frente a demás estados) es una equivocación; cita su conversación con el Dr. Mihaljevic (CEO de la Clínica Cleveland) quien da a entender que los bloqueos generales para combatir coVID-19 son propios de una metodología del siglo XIV (no se puede contener la respiración para siempre), aunque señala estar a favor de ‘soluciones conforme cada caso’, y de ‘bloqueos + test + monitoreo’.
¿Puede Ecuador confiar ‘en la sociedad’?. O, talvez, ¿Ir a una política pública aislamiento/libertad/freno? (O)