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El Telégrafo

Tamizaje neonatal (III)

28 de agosto de 2011

Según la Vicepresidencia de la República, se invertirán 17,5 millones de dólares para el Programa de tamizaje prenatal y se capacitará a 20 mil trabajadores de salud para el programa de recolección de muestras, que beneficiarían a 250 mil recién nacidos. El tamizaje existe en muchos países y es indispensable por el efecto que causará en la población, pero desde el punto de vista técnico científico, no puede estar aislado del diagnóstico prenatal.

Muchas enfermedades se pueden diagnosticar prenatalmente. Uniendo las tres pruebas tradicionales prenatales a las 14 semanas: estudio genético de líquido amniótico, econosonografía diagnóstica y evaluación de las proteínas del líquido amniótico (alfa fetoproteína y gonadotrofina), se puede descartar hasta un 35% de problemas malformativos frecuentes, incluyendo todos los trastornos cromosómicos que son unos 1.000, los defectos del cierre del tubo neural y el 80% de problemas malformativos simples o graves.

Así como para el tamizaje neonatal existen indicaciones surgidas en los datos de cada país, también hay indicaciones para el diagnóstico prenatal, por ejemplo, embarazadas pasadas los 35 años, historia de abortos repetidos, padres con problemas malformativos o hereditarios, entre las principales.

En términos prácticos, el diagnóstico prenatal identifica más enfermedades que el tamizaje posnatal. El problema del prenatal es que está acompañado de retrógrados prejuicios, cargas morales y religiosas que impiden su difusión como un derecho más a la salud materno-infantil.

Con el diagnóstico posnatal se tiene que atender al individuo ya nacido, con la mejor calidad de salud y costos 6 veces más altos. Pero con el diagnóstico prenatal, las cosas cambian. Con un informe técnico en que conste que el niño por venir trae un problema, las estadísticas muestran que 2 de cada 3 mujeres a las que se les diagnostica intraútero un síndrome de Down, piden que se les interrumpa terapéuticamente su embarazo, y 99% de mujeres a las que se les diagnostica un síndrome malformativo grave, pide que se les interrumpa su embarazo.

En el Ecuador nos enfrentamos a una prohibición legal; los médicos no podemos ofertar abiertamente el
diagnóstico prenatal porque en la práctica no sirve para nada ya que, ante un problema malformativo, la ley no permite la interrupción del embarazo solicitado por las madres. Ningún profesional de salud asume el pedido de aborto, sumiendo a las embarazadas a dilemas terribles sobre su hijo, que puede nacer con una monstruosidad o una enfermedad intratable.

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