Cada vez que Hillary Clinton aparece en la televisión me alarmo, pues las acusaciones que hace contra el país de turno prosiguen con amenazas que concluyen con la ambigua expresión: “No se descarta medida alguna”. Para quienes la hemos escuchado hablar de Libia, Siria, Irán, está claro que ello significa posibles resoluciones ya tomadas al más alto nivel en los Estados Unidos y los organismos que controla, como la OTAN.
Es extraño ver a una intelectual que se desempeñó con delicadeza y mesura como primera dama, en la actitud dura y altanera adoptada en el gobierno de Obama. Pese a las desilusiones que el desempeño del actual presidente norteamericano ha causado, quizás porque los pueblos pusieron en él demasiadas esperanzas de cambio, pienso que fue un acierto de los electores preferir a Barack Obama para la primera magistratura del país y no a la académica, que entre otros desaciertos se rodea de personas indeseables, como la representante Ileana Ross, enemiga jurada de Cuba y de todos los gobiernos progresistas latinoamericanos.
La crisis que recorre Europa, Estados Unidos y otros países capitalistas desarrollados, parece que ha traído a la mente de algunos dirigentes lo sucedido cuando la crisis del 29, que culminó con la Segunda Guerra Mundial, la cual constituyó la salida para la estancada economía americana. En los primeros años de la carrera de Economía se nos explicaba el efecto que el conflicto causó en Alemania, Rusia y Estados Unidos, este último con grandes recursos humanos y productivos no utilizados, lo que le permitió, a través del desarrollo de la industria bélica y con la circunstancia de que ninguna de las batallas se libró en su territorio -excepto Pearl Harbor- , hallar el pleno empleo y convertirse, al concluir la guerra, en la primera potencia mundial frente a Rusia, Japón, Alemania y Europa entera, devastadas.
Las circunstancias históricas no suelen repetirse. Hoy muchos países poseen arsenales atómicos y su efecto, en caso de que se utilicen, será posiblemente el fin de la civilización que conocemos y aon de la especie humana. La gran tarea de los indignados del mundo desarrollado es entrar vigorosamente en la política y, con la conciencia de que representan al 99% de la población, elegir gobiernos verdaderamente progresistas que no respondan a los intereses del complejo militar-industrial.
Acallar los tambores de guerra y trabajar activamente por la paz es tarea prioritaria para quienes amamos
la vida.