No tengo casa, no tengo zapatos / No tengo dinero, no tengo clase… / No tengo país, no tengo educación / No tengo amigos, no tengo nada… cantaba en los contestatarios años sesenta, del siglo pasado, una Nina Simone de mirada desafiante y combativa.
Se puede leer en la red: “El 15 de septiembre de 1963, miembros del Ku Klux Klan hicieron explotar una bomba en la Iglesia Baptista de la Calle 16 de Birmingham, Alabama, asesinando a cuatro niñas, llamadas Addie Mae Collins, Cynthia Wesley, Carole Robertson y Carol Denise McNair. Nina Simone compuso en menos de una hora Mississipi Goddam, un rabioso tema antirracista, a la memoria de los activistas y las niñas de Birmingham”.
“Señor, ten misericordia de esta tierra mía / todos lo conseguiremos a su debido tiempo / no pertenezco aquí / yo no pertenezco allí”, se puede escuchar en esa música que recuerda a África que los antiguos esclavos crearon como un hermoso patrimonio del orbe, donde sobresale el jazz.
Esto está presente ante la victoria de Joe Biden –quien igual se alió con los británicos en la guerra de las Malvinas y promovió la guerra contra Irak- contra Donald Trump, quien curiosamente no representaba al complejo militar-industrial, sino a la manera de hacer “negocios”, que más nos recuerda a un bravucón de barrio (alardeando su inodoro de oro) que al gentil Vito Corleone, quien no colocaba muros.
Acaso, más cambios que Biden –en término de derechos civiles y humanos- lo conseguirá la vicepresidenta Kamala Harris, hija de migrantes como Trump y Biden, pero de los clasificados como de segunda categoría desde la visión “blanca” decadente. Para que esto suceda, Rosa Parks, una afroamericana, se negó a dar el puesto a un “blanco” en 1952; Ruby Nell Bridges, escoltada, fue la primera niña afro en asistir a una escuela “blanca” en 1960; y millares de activistas han luchado y muerto para que Kamala pueda tener presente el discurso de Martin Luther King: “Yo tengo el sueño de que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter…”