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El Telégrafo
Fausto Segovia Baus

Recuerdos de Sucre

15 de enero de 2020

Proliferan las noticias sobre la moneda ecuatoriana, sucre, a propósito de los 20 años de la dolarización. El sucre fue creado en 22 de marzo de 1884, en el gobierno de José María Plácido Caamaño, y su reemplazo por el dólar americano empezó el 9 de enero de 2000, durante la presidencia de Jamil Mahuad Witt, a una tasa de cambio de 25.000 sucres por dólar.

Al convertirse el dólar en moneda de curso legal, el sucre pasó a mejor vida. De devaluación en devaluación, nuestro querido y recordado sucre fue objeto de coleccionistas de monedas y billetes, y más tarde presa del olvido, no solo en los periódicos sino en los textos escolares.

El recuerdo del sucre me lleva a recuperar una anécdota cuando en los sesenta llegó un aparato que, según la época, se consideró un monstruo llegado de una galaxia cercana: la rocola. Gracias a una moneda –el sucre– se activaba un mecanismo interno que ofrecía una hermosa melodía a los circunstantes, por medio de un disco pequeño de vinil, que giraba a 45 rpm.

Pero no solo el baile era cuestión de sucres. El sucre servía para comprar un “montón” de cosas, legumbres, leche, arroz, azúcar y golosinas: los mojicones, a medio; los suspiros, los delicados y plátanos, también a medio; el transporte a 50 y el resto a peseta de 20 centavos.

Eran los tiempos de Velasco y del “Loco” Larrea; de la Torera, Taita Pendejadas, el omoto Albán, el Cordobés y otros, que con sus estampas y torerías hacían más amable este lindo Quito. También eran los tiempos de estudiar en los famosos concursos de personajes y certámenes sobre el derecho territorial, y algunos sobre la vida y obra del mariscal Antonio José de Sucre, cuya casa, ubicada en el Centro Histórico, casi nadie visita.

Sucre fue asesinado en Berruecos (Colombia), cuando se dirigía a Quito a encontrarse con su esposa, Mariana Carcelén, marquesa de Solanda, y su hijita Teresa. Bolívar dijo sobre Sucre: “Han matado al Abel americano”. Al cumplirse un aniversario de la muerte de Sucre, el arzobispo Federico González Suárez –orador insigne– escribió una famosa oración fúnebre. Los restos de Sucre están en la catedral de Quito, pero esa es otra historia. (O)

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